Volker Schlöndorff retrata la relación de la Iglesia y el nazismo
Ulrich Matther y August Diehl interpretan 'El noveno día', basado en el diario de un cura
Es el primer alemán que ganó un Oscar, por El tambor de hojalata (1979), y aunque en algunas de sus películas ha reflejado la convulsa época del nazismo, Volker Schlöndorff (1939) nunca se había atrevido a retratar los campos de concentración. Lo hace ahora, en El noveno día, que se estrena hoy en España. No obstante, el cineasta, que presentó la película en Madrid, niega que se trate de un filme sobre el Holocausto, los campos de concentración o la Iglesia católica, sino "sobre la historia de un individuo que se ve tentado, y en la que el campo de concentración representa el infierno, la muerte, dentro de esta tentación". Sin embargo, el director reconoce que con este metraje salda una deuda con la Iglesia, a la que le "debe la vocación por el cine".
"Yo no tuve una experiencia negativa como Almodóvar con la Iglesia; a mí ningún cura trató de seducirme", bromea el también director de El joven Törless (1966), una adaptación de la novela homónima de Robert Musil que resultó premiada en el Festival de Cannes, y quien en su adolescencia convivió durante tres años, por voluntad propia, con los jesuitas.
Preguntado sobre su opinión acerca del silencio de Pío XII durante el nazismo, Schlöndorff, que se confiesa creyente, responde que se trata de "una pregunta compleja para una respuesta general, partiendo de la idea de que la Iglesia es una casa con muchas habitaciones y sacerdotes", y añade: "Otro capítulo es lo que pudo decir el Papa en Roma".
El guión, de Andreas Pflüger y Eberhard Görner, se basa en un hecho real y está inspirado en los relatos autobiográficos del sacerdote luxemburgués Jean Bernard, prisionero de los nazis en el campo de concentración de Dachau. En El noveno día, el padre Kremer (interpretado por Ulrich Matther, que encarnó al personaje de Goebbels en El hundimiento), que procede de una familia influyente, es liberado durante nueve días con la misión de convencer al obispo de Luxemburgo para que firme una declaración en la que apoya al régimen de Hitler y se aleja de la postura del Vaticano. El encargado de hacer cumplir la misión del sacerdote es el teniente Gebhardt de la Gestapo (August Diehl, Amar al límite, 2001, y Tatoo, 2000), un ex seminarista que prefirió abandonar la sotana y "mejorar el mundo vistiendo el uniforme de las SS".
"La tentación que tiene el personaje del cura es huir de ese infierno y salvar su vida, pero a cambio de vender su alma", explica el director, a quien interesa el duelo moral, "siempre presente" en sus películas. En ese sentido, acusa al cine estadounidense de "utilizar la historia para contar melodramas donde está muy clara la línea entre el bien y el mal".
Babelia
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