Zaragoza, en 2008 y después
Zaragoza es una milenaria ciudad del sur que desde hace unos cuarenta años pugna por atravesar el río Ebro y establecerse también al norte. La lucha de Zaragoza en contra de su condición geográfica y fundacional ha tenido esos años intensidades distintas, aciertos y errores de diversa consideración. Nos toca ahora asistir al deseo incontenible que Zaragoza manifiesta por convertir el Ebro en su mediana, tal vez recordando imágenes solventes de otras ciudades atravesadas desde siempre por sus ríos. Pero lo cierto es que hasta los años sesenta Zaragoza contó con un solo puente sobre su río, el mismo y en el mismo sitio donde Roma lo había construido dos mil años atrás. Ha sido no hace mucho cuando la ciudad ha prodigado sus actos de paso. Pero lo ha hecho donde ha podido: no es fácil improvisar la urbanidad de los puentes hacia el norte en una ciudad del sur.
Zaragoza no ha sido casi nunca una ciudad de gestos, sino de pasos; ni el clima ni el paisaje favorecen el alborozo. ¿Qué futuro pueden tener en ella las opciones que desconocen eso?
Por otra parte, a esa tendencia impaciente de atravesar el Ebro se añade en los últimos años el deseo de la ciudad de encontrar un argumento capaz de dar credibilidad a sus deseos de expansión. Sin duda ése es el motivo por el que Zaragoza ha tratado de conseguir ser sede de una gran exposición internacional. Y lo ha conseguido, ofreciendo para ello los terrenos intactos del llamado meandro de Ranillas, desde luego en el lado norte del río Ebro. Aunque tal vez sin considerar que ese sitio era la porción con mayor valor natural de todo su término municipal.
La Exposición de 2008 va a tener lugar en Ranillas. Pero lo que ahora debe ocuparnos es considerar si, con independencia del sitio, los edificios propuestos ofrecen a la ciudad lo que ésta necesita, entendida la necesidad tanto en su componente funcional como en su resultado visual y en su relación entre lo uno y lo otro. Y, seguramente, el acierto en la elección del nuevo Palacio de Congresos es uno de los componentes esenciales para la credibilidad del empeño.
Hubo ocho propuestas para el edificio. De entre ellas, el jurado estimó preferible la de los arquitectos madrileños Nieto y Sobejano, "por su belleza plástica, su sencillez constructiva y su versatilidad funcional". Es cierto, ese edificio es todo eso, pero también es una muestra eficaz de lo que Zaragoza necesita con vistas a su futuro: contención. Sin duda ese edificio ofrecerá valores visuales y funcionales objetivos, añadiendo por su cuenta el aprecio hacia la condición intangible del carácter de la ciudad. Zaragoza no ha sido casi nunca una ciudad de gestos, sino de pasos; ni el clima ni el paisaje favorecen el alborozo. ¿Qué futuro pueden tener en ella las opciones que desconocen eso?
Nieto y Sobejano han contado con ello, combinando criterios poéticos y funcionales con la viabilidad de su propuesta: "La obligada necesidad de una rápida ejecución de la obra no supone en nuestro proyecto un problema, sino la razón de su propia concepción arquitectónica", dicen. Se adaptan a las circunstancias de espacio y tiempo, preparan un edificio que debe participar en una exposición; pero, a la vez, conocen la razón esencial de toda arquitectura, permanecer. En efecto, Zaragoza dispondrá de un hermoso y eficaz Palacio de Congresos.
El edificio se desarrolla en tres espacios enlazados por una amplia zona transversal de acceso. Se trata de una solución estrictamente modulada, basada en elementos seriados y resuelta mediante grandes luces salvadas por jácenas metálicas. Es su orden estructural lo que permite la permeabilidad de la cubierta, considerada como uno de los argumentos esenciales del edificio. Su disposición induce la intensa penetración de la luz natural: "Un manto blanco y resplandeciente", dicen de ella sus autores.
En su interior, el nuevo Palacio de Congresos elige materiales neutros y constantes, capaces de matizar textura y color en sus revestimientos metálicos y planos de hormigón, y en el efecto de sus suelos continuos y divisiones de vidrio. El exterior ordena sus frentes acristalados e instala veladuras y celosías en el lado de poniente. Nos encontramos así ante una pieza coherente, indudable sucesora de las premisas del Movimiento Moderno en cuanto a su integración expresiva, funcional y constructiva. Un edificio capaz de contestar a las cuestiones planteadas por el encargo.
Otros proyectos participaron en el concurso; entre ellos, fue la solución de Van Berkel la más apreciada tras la elegida. Era un edificio expresivo, "de una impresionante fuerza formal", a juicio del jurado. Pero planteaba riesgos de encaje y, tal vez, de solución constructiva, sobre todo en un momento en el que ya era conocida la decisión que adjudicaba a Zaha Hadid el cercano pabellón-puente. Si ambos edificios hubiesen competido entre sí, sus gestos unidos habrían podido sobrepasar la capacidad de una ciudad acostumbrada a otras cosas, sobre todo si consideramos que ambos estaban llamados a permanecer, a formar parte del futuro funcional y visual de Zaragoza.
Seguramente el edificio propuesto por Zaha Hadid con la ingeniería Arup señala en cierto modo el deseo de renovación de la ciudad. Zaragoza deseaba un gran puente que diera credibilidad a su intención de dejar definitivamente de pertenecer al sur. Hay un gran reto en el proyecto de ese puente, y no debe resultar fallido bajo ningún concepto. Lo contrario dañaría gravemente las expectativas de la ciudad y, seguramente, perjudicaría mucho la capacidad de persuasión de la arquitectura e ingeniería contemporáneas.
No se trata tan sólo de un paso
sobre un río; se trata, en este caso, casi de un nuevo símbolo urbano. Un puente habitado, apto para detenerse y estar en él. Y, además, capaz de permanecer intacto largo tiempo. Lo que se pide no es tan sólo el efecto plástico de la pieza, sino el conjunto de sus prestaciones funcionales y visuales.
Adjudicar el concurso fue una difícil responsabilidad para el jurado. Así se deduce de sus prescripciones: "Acordar con el equipo ganador la condición de que el coste sea el determinado, que se analicen prioritariamente las afecciones hidráulicas del río y se optimicen las soluciones constructivas para que el plazo no sea una limitación". No puede decirse con mayor claridad. Sin embargo, para el jurado había prevalecido el aspecto plástico, habían encontrado en la propuesta de Zaha Hadid "innovación, recreación impecable del concepto pabellón-puente, singularidad, encaje ambiental y en el entorno fluvial específico, estética, concepto estructural y arquitectónico, representatividad, plasmación del espíritu Expo 2008 y potencial como hito de la exposición".
Es la forma y el gesto lo que subyuga del puente. "Probablemente será el icono de la Expo", dijo el alcalde de la ciudad. Sin embargo, y tal vez como contraste con lo ocurrido después en el caso del Palacio de Congresos, la propuesta elegida en segundo lugar, preparada por Arenas y Moneo, tranquilizó ampliamente al jurado: "La solución estructural, de coste y plazo, la constructividad y el concepto general fueron juzgados como impecables". Tal vez por eso, y con una prudencia poco frecuente, el jurado recomienda finalmente a la Sociedad Expo que "en caso de resultar dificultoso o inasumible cerrar un acuerdo con un determinado equipo redactor, proceda a seleccionar la siguiente propuesta de la lista". ¿Cuál será el puente de la Expo 2008?
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