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Entrevista:Nuevos madrileños | Adriana Timian, rumana

"Me salvé gracias a mi gran familia madrileña"

Adriana Timian nació dos veces. La primera figura en su pasaporte rumano. Dice que su madre la alumbró hace 51 años en Botosa-ni, cerca del límite con Ucrania. La segunda es mucho más reciente: el 24 de enero de 2005. Ese día, Adriana fue operada de urgencias en el hospital de La Paz. Tenía un cáncer de mama.

"En noviembre de 2004, y tras realizarme muchos análisis, me diagnosticaron un tumor maligno, que debía ser intervenido", relata. Su vozarrón suena seguro, tajante. "El 24 de enero me operaron. Y cuatro días después me iba con el alta médica", evoca Timian.

"Lucha" es su palabra preferida, la explicación favorita a su milagrosa recuperación. "Evolucioné tan rápido gracias a mi gran familia madrileña", explica Timian. En una mano tiene un cigarrillo encendido. Con la otra sorbe un café -"si tomo un café, tengo que fumar, y viceversa", se justifica-. En esa familia madrileña no hay parentescos. Su árbol genealógico se quedó para siempre en Rumania.

"Cuando los médicos me informaron sobre la quimioterapia, me sentí sola y asustada", revela. "Había perdido mi trabajo [como empleada interna y externa, cuidando a ancianos] y no tenía dinero ni casa donde recuperarme. Para peor, mi situación migratoria era irregular", concede Timian. "El panorama era desolador. Pero estoy aquí gracias a la lucha conjunta de una cadena de personas. Ellos aparecieron justo cuando todo parecía fallar", asegura.

Durante la quimioterapia, Timian perdió pelo. La herida que le provocó la operación hizo que no pudiera mover los brazos. La alojaron en la casa de acogida de Ascao. Y las hermanas de la caridad de San Vicente de Paul le lavaban la ropa. Aunque no compartan su sangre, las monjas también forman parte de esa "gran familia" de Adriana. Como Gloria y María. "Cuando me siento mal, les doy un toque y ellas vienen. Sé que van a estar siempre", reflexiona la inmigrante.

O como Geta, la mujer del cónsul rumano en España. "Ella fue la única que me llamó para decirme 'feliz Navidad' en mi idioma. Fue muy impresionante", rememora Timian. Ya no quedan rastros del café. Y el cigarrillo agoniza. Ella continúa y destaca que fue el propio cónsul rumano el que pagó -"con su dinero"- la renovación de su pasaporte.

En eso, Adriana advierte a los compatriotas que quieran emprender su propia odisea migratoria: "Les recomiendo que antes de marcharse abran bien los ojos y lo piensen dos veces. Estar en otro país y enfrentarse a un idioma desconocido es muy duro", aconseja. "Puedes acabar durmiendo en la calle, como yo en algún momento, o en el mundo de los albergues", sentencia.

A un año de la operación, Timian irradia optimismo. "Mi médico me dijo que con paciencia y lucha es muy probable que me cure", cuenta. De su orgullo nace la sonrisa que se le dibuja en el rostro. Y sueña en voz alta: "Quiero volver a trabajar en España y sentirme integrada".

Enamorada de los perros -"me encanta el pastor alemán, es el más inteligente"-, su lugar favorito de Madrid es la plaza de España y vive en La Latina. Adriana adora el cocido madrileño y se siente una más en la nueva sociedad madrileña. Más cosmopolita que nunca. "Empiezo a sentir a España como algo mío. Casi como mi propio país", explica la mujer. Para ella, en Madrid no existen el racismo ni la xenofobia. "Y los extranjeros que roban lo hacen porque no saben dónde está la oficina de empleo", confiesa.

Adriana no quiere hablar de su familia rumana. "Mi verdadera familia es madrileña", dice. En la Puerta del Sol, y con el oso y el madroño de testigos, Timian remata: "Aquí escribiré mi historia".

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