La cólera de los chiís por la voladura de una mezquita se cobra 130 vidas
Los suníes abandonan las negociaciones para formar Gobierno en Irak
Irak dio ayer un paso más hacia el abismo de la guerra civil. Encolerizados por el atentado que la víspera destruyó la Mezquita Dorada de Samarra, uno de sus centros de culto más sagrados, cientos de chiíes armados se lanzaron a una espiral de venganza que se cobró la vida de 130 personas, en su mayoría suníes, al tiempo que asaltaban decenas de mezquitas de la corriente musulmana rival. El Partido Islámico, principal formación política de la minoría suní, abandonó las negociaciones en marcha para formar un Gobierno de unidad, asestando así un duro golpe a la transición política auspiciada por EE UU.
El número de muertos durante la jornada no fue superior al de matanzas anteriores, pero es la primera vez que la mayoría chií, que supone aproximadamente el 60% de la población de Irak, responde con tanta violencia y tan abiertamente a una provocación como el atentado contra la Mezquita Dorada de Samarra. En las 24 horas transcurridas desde el ataque, grupos de exaltados asaltaron 171 mezquitas suníes y mataron a 130 personas.
El incidente más grave se produjo en un falso control de carretera en las afueras de Bagdad, donde hombres armados dieron muerte a 47 personas, al parecer suníes y chiíes, que regresaban de una manifestación contra la violencia sectaria. Además, tres periodistas de la cadena Al Arabiya aparecieron muertos de un disparo en la cabeza cerca de Samarra.
El presidente iraquí, Yalal Talabani, advirtió contra "el fuego de la sedición, que, si se abraza, puede quemar todo a su paso y no dejará a salvo a nadie". El político kurdo reconocía así que el país está al borde de la guerra civil tras meses de atentados insurgentes. En Washington, el presidente George W. Bush hizo un llamamiento a la calma y afirmó que el atentado de Samarra iba destinado a desestabilizar Irak. El acoso a las tropas de EE UU no se detuvo: siete soldados murieron en dos ataques distintos.
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