"Yo descanso sobre los hombros de Maria Callas. Ella creó una manera nueva de cantar"
Corre una anécdota curiosa por Madrid en relación a Norah Amsellem. Resulta que cuando la soprano francesa debutó como Violeta en La Traviata en el Teatro Real, lo hacía como parte del segundo reparto que iba a encabezar Angela Gheorghiu. La rumana, toda una estrella de la ópera mundial, llegó por primera vez una mañana a los ensayos y por la tarde decidió abandonar la producción. Fueron famosos los aspavientos: "¡Povero Verdi, povero Verdi!", exclamaba la cantante. Echaba la culpa de su salida a Pier Luigi Pizzi, director del montaje, que situaba la ópera en la II Guerra Mundial.
Ésa es la versión oficial. Otros cuentan que la Gheorghiu se fue sólo por una razón: escuchó cantar a Norah Amsellem. La francesa, jovencita, debutante, sonriente y discreta entonces, cantó ante las narices de la diva el primer acto con el sobreagudo que debe dar Violeta en Sempre libera, algo que Gheorghiu advirtió que no estaba dispuesta a hacer. El resto es historia: Amsellem triunfó en su debut mundial en La Traviata en Madrid y ahora es una de las sopranos más valoradas por ese papel en el mundo.
"Nuestro trabajo es conmover a la gente, y para eso debemos tener muchos años de preparación detrás"
No quiere comentar la anécdota. Simplemente sonríe y se esconde un poco bajo el manto abundante de su pelo rizado. Pero, ¿qué hizo usted esa tarde? "Nada, simplemente cantar". ¿Y por qué cree que su colega se marchó dando un portazo? "No lo sé, no puedo contestarle", afirma. De lo que no tiene inconveniente es de que la anécdota corra y que se convierta en leyenda. "Si los que estuvieron presentes en el ensayo lo cuentan así...", comenta.
Volvió el año pasado para repetir como Violeta. El éxito fue idéntico y el mes que viene aparece un DVD grabado entonces. Desde hoy está de nuevo en el Real para hacer La bohème, una ópera que tiene mucho que ver con La Traviata. Dos personajes, Violeta y Mimì, que son auténticos tótems de la ópera universal, ésos con los que sueña cualquier soprano. "Las dos mueren de miseria y tuberculosis, las dos quieren ver a su amado antes de morir, Violeta lo espera y Mimì va a buscarlo, aunque en esta versión de Giancarlo del Monaco es más maliciosa de lo normal", cuenta.
Las dos son parisienses también, como Amsellem. "Creo que Puccini capta muy bien el alma de la mujer parisiense. No tenemos que ver nada con las italianas. Ellas son mucho más directas; nosotras, al flirtear, damos más rodeos", dice. En París tiene su hogar, en París cambia las maletas porque sólo puede estar a ratos en la ciudad que es su casa. "El año pasado sólo estuve tres semanas, paso más tiempo en Nueva York, donde tengo mis profesores de canto y drama", afirma.
De hecho, ella ha desarrollado la mayor parte de su corta carrera -sólo ha hecho 12 papeles hasta el momento- en Estados Unidos, con especial querencia del Metropolitan de Nueva York. Allí vuelve después de hacer La bohème en Madrid para hacer la Gilda de Rigoletto, de Verdi. Otro papel grande de repertorio. "Para meterse en estos papeles debes ir muy despacio, con cuidado; si no, puedes fallar", afirma.
Es consciente de que debe prepararse a fondo para hacerlos. Pero cree que lo fundamental es disfrutar. "Yo salgo al escenario a divertirme", afirma. Algo que no es una tontería. "Nuestro trabajo es conmover a la gente, y para eso debemos tener muchos años de preparación detrás", afirma. Por eso no ha dejado de formarse desde que tenía cinco años. "Hasta los 16 estudié en Francia, después seguí en la Universidad de Princeton, luego gané el concurso de nuevas voces del Metropolitan". Y se lanzó. Pero si algo siente es ser más conocida en muchos países más que en Francia. "Ya se sabe, a veces cuesta triunfar en tu propio terreno, pero seguro que llegarán las oportunidades; muchas veces pasa porque no cuadran los compromisos ni las agendas".
Tiene claro cuáles son sus modelos: "Yo descanso sobre los hombros de Maria Callas", dice sin dudarlo. "Ella creó una manera nueva de cantar. Como Marlon Brando para la interpretación en el cine, Maria Callas es lo mismo para la ópera; vive los personajes desde dentro". De esa revolución del método interpretativo bebe Norah Amsellem, una mujer muy pasional y temperamental en escena, de las que son capaces de mover la fibra con su arte.
Babelia
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