La UE, el terrorismo y los procesos de paz
El reciente viaje de una representación de Hamás a Moscú ha suscitado en todo el mundo una necesaria controversia sobre los riesgos políticos que podrían aceptarse para que un grupo violento que está incluido en las listas europeas de grupos terroristas pueda transitar hacia un camino político que excluya el uso de la violencia. Y si el viaje del grupo palestino ha sido el detonante, lo cierto es que hay grupos de otros países que consideran que su inclusión en la lista europea (o la amenaza de incluirlos) es un obstáculo para avanzar en un proceso de paz, o de una negociación que podría finalizar precisamente con un acuerdo de paz.
Para ilustrarlo con otro ejemplo, bastaría con señalar el caso del ELN en Colombia, grupo que figura en las listas de la UE y de Estados Unidos, pero que está llevando a cabo conversaciones con el Gobierno colombiano desde La Habana, y a cuyos representantes el presidente Uribe les ha levantado las órdenes de captura para que puedan viajar libremente por el país y por el extranjero, con el propósito de pasar de la fase exploratoria actual a la de negociación formal.
Convendría recordar asimismo que en los dos últimos años, y además de Colombia, los Gobiernos de Filipinas, Palestina, Nepal, Reino Unido, Sri Lanka y Uganda han establecido contactos o han mantenido negociaciones con grupos que figuran en las listas europeas o de EE UU. Así pues, existen numerosos precedentes de acercamientos, y siempre desde la lógica de que si nadie se mueve todo seguirá igual, y de que en cambio vale la pena cualquier esfuerzo tendente a conseguir el fin de la violencia. En este sentido, y más allá de una posible lectura con claves internas por el tema de ETA, no encuentro muy comprensible la reciente declaración de nuestro ministro de Asuntos Exteriores, señalando que el Gobierno no hablaría nunca con Hamás mientras no abandonara la violencia.
Desde mi punto de vista, lo que conviene es justamente algo diferente, esto es, hablar todo lo que haga falta con Hamás para convencerle de las ventajas que tendría si transitara hacia el definitivo abandono de la violencia, y sin esperar a obtener todo lo que exige a Israel, por legítimas que sean dichas exigencias. En estos momentos, aislar a Hamás no me parece lo más sensato. No se trata, por supuesto, de darle palmaditas a la espalda, sino de reafirmarles el apoyo político y económico que obtendrían a cambio del mencionado tránsito.
Lo cierto es que el 27 de diciembre de 2001, el Consejo de la UE adoptó una Posición Común (2001/931/PESC) sobre la aplicación de medidas específicas de lucha contra el terrorismo, que se revisa al menos dos veces al año, y que incluía como anexo una lista de personas, grupos y entidades que habían intervenido en actos terroristas. En el primer año figuraron en la lista un total de 13 grupos y 29 personas, que en 2005 quedó ampliada hasta un total de 48 grupos y 45 personas. En este período, ningún grupo ha sido retirado de dicha lista, sin que se conozca la existencia de un protocolo de salida, es decir, un tipo de consideraciones y circunstancias que de forma más o menos automática justifique la retirada de un grupo de la lista.Estados Unidos, por su parte, dispone de una lista similar desde 1997, aunque mucho más extensa, en la que actualmente figuran 85 grupos. Curiosamente, varios grupos citados en dicha lista se encuentran en fase de negociación con sus respectivos gobiernos, e incluso en un proceso de paz bastante avanzado, lo que genera serios inconvenientes y paradojas en determinados momentos del proceso negociador, especialmente por dificultar la movilidad de los dirigentes o negociadores de los grupos integrados en la lista. En el caso de la lista de la UE, en la actualidad todavía figuran grupos de Irlanda del Norte, Palestina, Colombia o Filipinas, que de una forma u otra están o han estado en fases de negociación o de exploración.
En aras de facilitar un buen desarrollo de algunos procesos de paz, la UE debería plantear los mecanismos de salida de algunos grupos, ni que sea a título provisional, cuando en el transcurso del propio proceso dichos grupos hayan tomado medidas significativas, y su retirada de las listas pueda representar un estímulo para la continuidad y avance del proceso negociador. Sería positivo, por ejemplo, que el ELN colombiano supiera que una vez tome la decisión de un cese de hostilidades, que implicaría entre otras cosas liberar a las personas secuestradas, ello comportaría su salida de las listas de grupos terroristas, con lo que ello significaría de incentivo para el proceso de negociación.
En virtud de todo ello, considero que sería conveniente establecer un "protocolo de salida" de las listas de grupos terroristas, cuando se cumplan determinados requisitos, como que esté abierto un proceso de negociación formal con el Gobierno afectado; que dicho país solicite la salida temporal del grupo (o de las organizaciones políticas y sociales acusadas de ser próximas a dicho grupo) para facilitar la negociación; que el grupo haya decretado un alto el fuego y lo cumpla; o que el grupo haya tomado la firme decisión de acordar un cese de hostilidades en el transcurso del proceso de negociación.
La retirada final de las listas podría quedar supeditada al logro de dichos objetivos, en el menor plazo posible, siendo la retirada temporal un medio de apoyo de la UE al proceso de negociación y a la movilidad de las personas que participen en ella. La retirada temporal de las listas no impediría que, en caso de reiniciarse las hostilidades, el Consejo de la UE incluyera de nuevo a dicho grupo en el listado de grupos terroristas.
En todo caso, las listas dejarán de tener plena utilidad si además de un lógico mecanismo de presión y control sobre un grupo, no se convierten al mismo tiempo en un elemento de "zanahoria", es decir, un factor incentivador para el abandono de la violencia.
Vicenç Fisas es director de la Escuela de Cultura de Paz de la UAB.
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