El Madrid se afina para el gran clásico
Frente a un penoso Deportivo, el equipo de López Caro sella una goleada con Beckham y los brasileños en alza
A seis días del gran clásico, la energía de Robinho y Cicinho, una versión aceptable de Ronaldo, el tobillo de plastilina de Beckham y la sensatez de Guti le bastaron al Madrid para despachar a un Deportivo sin chicha alguna. Poco más le hizo falta al equipo de López Caro, que, incluso en estos tiempos de atribulaciones, se mostró muy superior a su rival. Y si no se lució un poco más fue porque no le alcanza. Este Madrid tira serpentinas cuando tiene una tarde sin angustias. Suficiente para que un taconazo de Robinho, un acelerón de Ronaldo con figurantes del Depor desparramados a su paso y un par de pases enhebrados de Guti le hagan sentir en el paraíso. Máxime, si el contrario aplaude desde el inicio, caso del Deportivo, un equipo tan pálido que entregó la cuchara apenas unos minutos después del calentamiento. A una falta lateral enroscada por Beckham, la defensa de Caparrós reaccionó de forma contemplativa hasta que Héctor, lejos de despejar, se encogió como si sintiera un retortijón, le rebotó la pelota y ésta embocó en la portería de Molina. Un gol que retrató la pájara con la que el Depor pasó por Chamartín, hasta el punto de que Casillas bostezó más que en toda su vida.
REAL MADRID 4 - DEPORTIVO 0
Real Madrid: Casillas; Cicinho, Sergio Ramos, Raúl Bravo, Roberto Carlos; Baptista, Guti (Gravesen, m. 81); Beckham, Zidane (Raúl, m. 72), Robinho; y Ronaldo (Cassano, m.77).
Deportivo: Molina; Héctor, Coloccini, César, Capdevila; Sergio (De Guzmán, m. 46), Duscher (Manuel Pablo, m. 72); Víctor, Iago, Munitis (Gallardo, m. 46); y Tristán.
Goles: 1-0. M. 9. Héctor, en propia meta. 2-0. M. 37. Ronaldo, a placer, empuja un centro de Roberto Carlos. 3-0. M. 70. Sergio Ramos, de cabeza tras una falta botada por Beckham. 4-0. M. 82. Baptista, de falta directa.
Arbitro: Daudén Ibáñez. Amonestó a Guti, Gravesen, Duscher y César.
Unos 65.000 espectadores en el estadio Santiago Bernabéu.
Esta vez sí que se organizó un remolino de jugadores alrededor de Ramos tras su gol
A varias lunas de aquel Deportivo que se instaló en el podio del fútbol español, el equipo que hoy intenta tejer Caparrós no tiene principio ni fin; ni pies ni cabeza. Es una plantilla trinchada sin ton ni son. Defiende con la uña, no tiene luces en el centro del campo y su ataque se limita a Diego Tristán, que perfectamente pasaría por un ex jugador. En este Deportivo no hay cesto para más. Ver al equipo al pie de la Copa de la UEFA resulta milagroso, o dice mucho en contra de la clase media de la Liga. En Chamartín fue un muñeco al que otro Madrid habría abrumado de forma escandalosa. Sólo el Espanyol puede disputarle la condición de ser el peor conjunto que ha pasado por el Bernabéu en lo que va de temporada.
Con todo a favor, el equipo madridista pudo darse un baño de autoestima y reconciliarse con la grada. Hasta Ronaldo fue despedido con alborozo, con buena parte de la hinchada puesta en pie, un gesto reverencial para el mejor delantero de largo que tiene el Madrid. Pese a su dejadez física, Ronaldo aún resiste entre los mejores goleadores del mundo. Con tripa incluida y en el peor Madrid en muchos años, el astro brasileño suma 12 goles, un cifra que muchos sueñan lograr en la mejor temporada de su vida.
Mimado Ronaldo y con Robinho y Cicinho percutiendo por los costados, el Madrid arrolló a su rival cuando quiso. López Caro ha recuperado las bandas y el equipo exprime mejor sus recursos. Las dos orillas están bien equilibradas. Por la derecha, Cicincho se muestra como un tranvía de largo recorrido. Dobla por fuera y por dentro y Beckham le hace de escolta. El inglés ha entendido su papel: vigilar la espalda del lateral brasileño y copar todo el protagonismo en las jugadas a balón parado. De su bota derecha salió el primer tanto y del mismo pie surgió el gol de Sergio Ramos. Un tanto morboso, y no por su significado para el partido. Ramos no marcaba desde el encuentro de Mallorca y aquel gol dinamitó la era Florentino Pérez. En Son Moix, tras el tanto, a Ramos no le levantaron a hombros precisamente. Ayer sí se organizó un remolino de jugadores madridistas a su alrededor.
Resucitado Ronaldo y festejado Ramos, la jornada aún se reservaba otro guiño. Baptista, una mala fotocopia del llegador que se encumbró en el Sevilla, también tuvo la ocasión de lucirse. Había fallado dos veces en los morros de Molina, pero a última hora, y también con la pelota detenida, el brasileño clavó una falta directa y convirtió su cuarto gol en la Liga. Y todos contentos.... Salvo Gravesen, desterrado desde hace semanas del equipo y que aprovecha sus minutos para mostrar sus malas pulgas. Lo pagó con De Guzmán, al que pateó con saña ante la pasividad del árbitro. Tan plácida estaba la tarde que también Raúl pudo cumplir con su objetivo: sudar unos minutos para ir poniéndose en forma rumbo al Mundial de Alemania. Al margen de la cita mundialista y de preservar el segundo puesto, pocos objetivos le quedan a esta plantilla. Uno de ellos, el próximo sábado, en el Camp Nou. Una fecha siempre significativa para la entidad; esta vez, la mejor ocasión posible para que el Madrid maquille su decepcionante temporada.
Frente al Depor, además de darse un masaje, ratificó algunas señas interesantes: el equipo se desenvuelve mejor cuando abre el campo por las bandas y se atasca menos cuando Guti ve a Gravesen comer pipas en el banco. Éstas son sus mejores armas actuales, la veta que mejor puede explotar. Pero con López Caro nunca se sabe. Lo mismo en su primer desfile por el Camp Nou le da otro ataque de entrenador y retoca el dibujo. Al igual que ayer, y aunque el rival no tenga el mismo voltaje, al Madrid no le queda otro remedio que jugar con grandeza. No tiene otro camino. Nunca lo tuvo.
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