Explorando los cuarenta
Una espléndida quinta de actrices madura ante la cámara. Pero algunas ven limitada su carrera en su mejor momento. No tan jóvenes, el cine ya no las quiere tanto. Más allá de roles de madre y esposa, piden papeles de mujeres de su edad, la primera generación que ha tocado el poder en España
Desea algo, señora?".
Cuando César, un reponedor de supermercado con pocos años y menos luces, quiere humillar a Raquel, el personaje de Elvira Mínguez en Tapas, le basta con escupirle esas tres palabras a la cara. La trata de usted y de señora. Una impecable fórmula de cortesía que, dicha según y cómo, puede ser una carga de profundidad contra una mujer al filo de los 40 años. El mensaje cifrado con el que muchos dicen "ya no es joven, aún no es vieja" y muchas entienden "estoy fuera de la circulación". La Raquel de la pantalla ignoró al grosero del súper. Fue unos meses más tarde del estreno de la película, el pasado 29 de enero, cuando su intérprete se tomó la revancha.
Resplandeciente dentro de un esmoquin blanco, con el Goya a la mejor actriz de reparto por su Raquel de Tapas bajo el brazo, Elvira Mínguez, 40 años cumplidos, aprovechó su minuto de gloria en el prime-time televisivo para lanzar un desafío a los guionistas, productores, directores, exhibidores y demás miembros de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España presentes en la sala. Con otras palabras, vino a decir: "Las actrices de más de 40 años existimos y queremos trabajar. Hay miles de historias de mujeres de nuestra edad. Por favor: escríbanlas, prodúzcanlas, diríjanlas. El público las aprecia". El guante sigue en el aire.
De novia a madre, de nuera a suegra de un día para otro. Duro de tragar
Lucen como son: mujeres de 40, atractivas, estresadas, actuales
Sharon Stone, de 48, es el nuevo modelo global de envejecimiento
"Quería dar un toque de atención", admite Mínguez a toro pasado. "Cuando te acercas a los 40, ves cómo se reducen los papeles y cómo se limita el espectro de personajes femeninos en el cine. Casi todo son esposas con una crisis a cuestas. Me da pena, porque la realidad no es así. Hay médicas, cajeras, juezas, obreras, científicas, mujeres casadas, separadas, solteras y sí, también hay madres de familia con historias terribles o maravillosas que contar. Hay pasión, hay enredo, hay vida. Pero, de repente, parece que a esa edad ya no interesamos. Yo, como muchas amigas y colegas, tengo 40 años, me encuentro estupenda, no soy madre ni esposa, siento que estoy en una edad magnífica como mujer y como actriz, y no logro entender por qué se produce este descalabro profesional".
Mínguez dijo en voz alta, ante cuatro millones de telespectadores, lo que muchas actrices de su generación comentan en privado con sus agentes. No tan jóvenes, el cine que las adoró parece que ya no las quiere tanto. Y eso que se trata de una quinta espléndida. Muchas y muy buenas.
Todas las que se retratan en estas páginas, por supuesto. Pero también Emma Suárez, Adriana Ozores, Lolita Flores y Ana Torrent -las cuatro fueron invitadas a participar en este reportaje y declinaron la oferta-; Victoria Abril, Rosana Pastor, Blanca Portillo, María Pujalte, Cristina Marcos, Lydia Bosch, Silvia Marsó, Maru Valdivielso, Carmen Conesa Son legión, y no por casualidad. La generación nacida en los años 60 del siglo pasado es la del particular babyboom español. La que abarrotó sucesivamente colegios, institutos, facultades y oficinas de empleo en los 80 y 90. Demasiados y demasiadas para casi todo. ¿También para pretender conservar un hueco en pantalla pasado el esplendor de la primera juventud? Un puñado de actrices de primera fila entre los 40 y los 45 años ofrece su versión de lo que parece un hecho consumado: para las actrices de cine, aquí y ahora, la veteranía no es precisamente un grado.
"De repente, de ser la que folla pasas a convertirte en la madre de la que folla". La sentencia, atribuida a la siempre explícita Victoria Abril, es un diagnóstico certero de la perplejidad de muchas intérpretes españolas. De novias a nodrizas, de nueras a suegras de un día para otro. Duro de tragar. Lo ve venir hasta la celebérrima Aitana Sánchez-Gijón (36 años) que, hace unas semanas, durante la promoción de su última película, Animales heridos, de Ventura Pons, evidenció su pasmo ante el previsible panorama "de pasar de ser la chica de la película a hacer de mamá de adolescentes. Muy fuerte, ¿no?".
Ya hace años que María Barranco pasó por ese trance. "Tuve a mi hija a los 33 años, y me apetecía mucho ser madre en el cine. Pero es que a la tercera película ya fui madre de Juan Diego Botto (en Novios, de Joaquín Oristrell, 1999) así, ipso facto, y ya he hecho de abuela y, claro, esto ya me toca las narices, porque digo: 'Dios mío, ya se me han pasado los papeles de mamá'. Y ahora ¿qué? Porque aquí las actrices que están trabajando son las de veintitantos".
Barranco, de 45 años, no es precisamente una madre añosa. Las españolas tienen de media su primer hijo a los 30 años. Para ser madre de Botto hubiera debido parirlo a los 14. Pero ese tipo de estadísticas no parecen ser fuente de inspiración para muchos guionistas, productores o directores cinematográficos. Otras, puede que sí. Los españoles son los europeos que más van al cine, 3,4 veces por cabeza al año, según una encuesta de Screen-Vision, una empresa de gestión de publicidad. El 64% de esos espectadores tienen entre 15 y 34 años. Y además, la mitad de los niños de hasta 14 suelen ir al cine los fines de semana. Si el cine es grande, el patio de butacas es, desde luego, joven.
El podio de las películas más taquilleras de 2005 es revelador. Star Wars, episodio III, Torrente 3, El protector, Harry Potter y el cáliz de fuego (17,7), La guerra de los mundos, Los padres de él, Madagascar, Las crónicas de Narnia Si la taquilla manda, se trata de complacer a un espectador cuyo retrato robot no dista mucho del de los hijos de Pastora Vega: Jon, de 19 años, y Daniel, de 4. Del de las niñas de Belén Rueda, de 11 y 6; del de Nora, la hija de siete años de Nieve de Medina; o del de Andrea, la hija de María Barranco, una preadolescente tan alta como su madre a punto de cumplir los 13. "No, si no es casualidad que no haya papeles para nosotras", dice Barranco. "El cine se hace mirando a la gente que paga por verlo, y ésos son los niños que van al centro comercial, se toman su hamburguesa y se meten a ver una película. Y, claro, ésos quieren historias de acción, comedietas. Fíjate que mi hija intentó el otro día convencer a sus propias amigas para meterse a ver Lifting de corazón, mi última película, y pasaron de ella".
Hace mucho tiempo que Jon, el primogénito de Pastora Vega, no ve a su madre en el cine. Daniel, el pequeño, aún no la ha podido ver. Desde que pasó los 35 años, el teléfono de Vega, 46 años en mayo, suena menos de lo que quisiera. "Ahora que puedo aportar más sabiduría, más bagaje, más referencias y experiencias, parece que ya no soy tan interesante para el mercado". Icono televisivo en los 80 -espacios como Y sin embargo, te quiero se convirtieron en un fenómeno social y fueron su catapulta al cine-, ha visto cómo Telemadrid, la cadena madrileña, levantaba la revista cinematográfica nocturna que presentaba sin contemplaciones ni previo aviso. Desde entonces está a la expectativa, pero no a cualquier precio. "Estoy deseando trabajar, y me da igual radio, cine, televisión o teatro. Me ofrecen cosas, pero no me interesan y, afortunadamente, tengo la suerte de poder decir no, porque esta profesión, por las buenas, es maravillosa, pero por las malas puede ser durísima".
Si no fuera políticamente incorrecto, se podría llamar la cuarentena de las cuarentonas ese síndrome de sentirse aparcada cuando más prestaciones se pueden dar. "Te sientan en el banquillo", dijo hace dos semanas en esta revista Victoria Abril. "Te ponen a pastar, como al ganado", sentencia la norteamericana Holly Hunter. La inolvidable intérprete de El piano es una de la docena de actrices que protagonizan el documental Buscando a Debra Winger, realizado por la también actriz Roxanna Arquette y emitido en Canal +. En él, intérpretes de más de 40 años, todas hermosas a su manera, algunas de ellas símbolos sexuales de varias generaciones -de Sharon Stone a Jane Fonda; de Daryl Hannah a Melanie Griffith, de Diane Lane a Vanessa Redgrave-, denuncian el desprecio a su talento que sienten hoy por parte de una industria, la cinematográfica, cuya leyenda ayudaron a construir. Algunas caras -no sólo Meg Ryan- dan fe de los esfuerzos y los dispendios de sus dueñas por retener a toda costa el lustre que las hizo novias de América.
¿Y aquí? Enrique González Macho, responsable de Alta Films, el mayor productor, distribuidor y exhibidor de España -sin contar las todopoderosas compañías norteamericanas-, constata el hecho y reparte culpas. "Hay dificultades para trabajar en cine a esas edades. Pero no sólo para las mujeres; es más bien una cuestión generacional. Hay unos años, entre la última juventud y la gran madurez, en los que el cine se fija poco. Algunos y algunas pasan una travesía del desierto, pero los grandes intérpretes vuelven. Fíjate en Carmen Maura. O en Manuel Aleixandre. Dicho esto, también ocurre que hay actrices que se aferran a la galana que fueron y que les cuesta asumir que están en otra edad. No diré nombres, pero esta profesión es muy puta y no hay nadie indispensable. Si dices una vez que no, puede que ya no te llamen. El cine no es sino el reflejo de esta sociedad, y esta sociedad es machista".
Algunos indicios parecen darle la razón. De las actrices que prefirieron no aparecer en este reportaje, alguna adujo razones perfectamente respetables pero de dudosa veracidad: "Yo no soy de esa generación", dijo una que va a cumplir 42 años en julio. "Sí, hombre", se ríe Anabel Alonso (41), al enterarse de la edad confesa de algunas supuestas coetáneas, "ahora resulta que la única que cumple años soy yo". Sin embargo, las que aquí dan la cara parecen encontrarse bien en su piel.
Sin maquillaje, de calle, recién llegadas de un rodaje de 12 horas con madrugón incluido (Ana Fernández), con dolor en el alma (Nieve de Medina acudió a la sesión de fotos, previamente concertada, el día después de enterrar a su madre), con un pie en un avión y otro en tierra (María Barranco, inmersa en la promoción de Lifting de corazón), todas lucen al natural como lo que son. Mujeres de cuarenta, cuarentaitantos años. Atractivas, dinámicas, urbanas, estresadas, actuales. Unas casadas y otras no. Unas madres y otras no. Con las arrugas de cuatro décadas de expresión más o menos marcadas en el rostro. Un peaje que en su caso es doble porque la expresividad es, además de un don privado, su modo de ganarse la vida.
Ese carácter laboral, de arma de trabajo, del rostro, está detrás de dos alternativas aparentemente opuestas. Pasar o no por el quirófano para tratar de minimizar esas muescas en la piel. En una ecuación riesgo-beneficio, ambas decisiones son, para las actrices consultadas, "lícitas", aunque ninguna admita haber acudido a soluciones quirúrgicas. Después de deplorar, en privado, los resultados del paso por cirujía de algunas colegas, se plantean: ¿merece la pena? "Por mucho que te operes, nadie parece tener 25 a los 40. En todo caso te echarán un par de años menos y te arriesgas a parecer un pez globo", responde, gráfica, Anabel Alonso.
Cuando Belén Rueda se mira al espejo ve "muchas cosas" en una cara que ha vivido lo suyo a los 41 años recién cumplidos. "Cuando eres joven la tienes redondita, tierna, pero según te vas haciendo mayor, se va volviendo angulosa, con más aristas. No creo que sea sólo por la edad. Las experiencias y todo lo bueno y malo que te pasa en la vida también está detrás, y eso lo ve la cámara". "Es como si los huesos se te encajaran, como si fueras tú definitivamente", corrobora Pastora Vega. "A partir de los 40, una tiene la cara que se merece", sentencia Alonso, de 41. Lo cual no es óbice para que casi todas, como Elvira Mínguez (41), se vean "más hechas, más atractivas que nunca".
La autoestima no parece ser el problema. "La presión viene de fuera", dice Nieve de Medina (43). "No me quejo", matiza, "nuestras madres trabajaban como animales: eran esposas, madres, amigas, amantes, sí, pero no se les exigía estar como un tren. Es que hoy, aunque no seas actriz, pero si lo eres, aún más, no es que se te pida buena presencia, es que tienes que estar sensacional. Aparentar 10 o 15 años menos. Tener siempre 30. Como Sharon Stone, que tiene 48 y aparenta 35".
Ángeles González-Sinde comparte con Nieve la cautela ante "la trampa Stone", la actriz norteamericana que se ha convertido en sex symbol a las puertas de los 50 con Instinto básico 2 y en flamante modelo global de envejecimiento como imagen de las cremas Dior Capture. Con dos goyas en el salón -uno por el guión de La buena estrella y otro por la mejor dirección novel por La suerte dormida-, González-Sinde se sintió triplemente aludida por el mensaje de Elvira Mínguez a la Academia. Por guionista, por directora y por mujer.
"Es verdad que hay más personajes masculinos que femeninos y más actrices que actores. No creo que sea tanto un contubernio de los hombres del negocio como una cuestión de inercia. A mí misma, al escribir, me salen las convenciones, y pienso en hombres para los papeles de autoridad, y en mujeres para los de cuidado. Pero la situación requiere un acto de voluntad extra y una reflexión, porque el cine que hacemos ya no refleja la realidad. Más del 50% de los jueces de la plaza de Castilla son mujeres. Vas al ambulatorio y hay tantas médicas como médicos. Eso sí, no todas están como Sharon Stone, ni falta que les hace. No me vale ese modelo, quiero ver a mujeres de verdad".
Pero por ahora, las elegidas para la pantalla suelen ser eso, mujeres de cine. "Estoy harta de oír que ésta no es suficientemente guapa o que está estropeada. Algunas ni entran en consideración. Mientras, los galanes son Antonio Resines, Javier Bardem o Luis Tossar, que, con todo respeto, podrían ser el vecino de al lado", remata la guionista.
En el archivo de Luis San Narciso hay centenares de DVD de actores y actrices de todas las edades. Responsable del reparto de varios de los últimos bombazos de la cartelera -Los lunes al sol, Mar adentro, Volver-, San Narciso, director de casting, es, quizá, uno de los hombres más poderosos del cine español. El índice que señala a los elegidos para los proyectos más apetitosos. No se evade. "Esta industria es terriblemente injusta con las mujeres y, quizá por influencia del modelo americano, especialmente cruel con las que no entran en el patrón de belleza establecido o ya no son tan jóvenes. Es un momento complicadísimo". Él mismo confiesa tener dificultades para "colocar" a actrices que admira y a las que "no puede darles papel". "Hay más y mejores actrices que actores y menos papeles femeninos. A veces le digo al director que si en vez de un profesor le sirve una profesora, para equilibrar. Pero hay que ser realistas, esto no es Hollywood. ¿Papeles para todos? ¿Industria cinematográfica? Somos cuatro amigos".
Fue el ojo de San Narciso el que vio para el cine a Blanca Portillo (42 años), a Nieve de Medina (43) o a Belén Rueda (41). Uno de los que premiaron a Elvira Mínguez (41) en Tapas en el Festival de Málaga 2005. Fue, entre otros, el olfato de Enrique González Macho el que estuvo tras la revelación de Lolita Flores en Rencor, de Miguel Albaladejo, que le valió el Goya a la mejor actriz novel en 2002, al filo de los 45. ¿Empieza a haber vida más allá de la treintena?
Ana Fernández no para. Inmersa en el rodaje de Lola, donde hace de madre de la Flores, tiene dos películas a punto de estreno con sendos debutantes, y en septiembre comienza rodaje nuevo. Anabel Alonso se va de vacaciones después de siete años en 7 vidas. Belén Rueda acaba de iniciar el rodaje de El orfanato, otra ópera prima, sin dejar de ser la señora Serrano en la tele. Elvira Mínguez, la denunciante, ultima en Canarias su papel en La caja, primer proyecto de un joven realizador. María Barranco espera el estreno de Carnaval de Sodoma, de Arturo Ripstein, y Nieve de Medina, a punto de estrenar Un franco, 14 pesetas, primera película de Carlos Iglesias, se va de gira teatral con Animalario. ¿Quién dijo paro?
En Hollywood, el panorama se anima. Felicity Hauffmann, la mamá sobrepasada de Mujeres desesperadas, gana el Globo de Oro por su papel de transexual en Transamerica y sus compañeras de teleserie pujan por saltar a la gran pantalla. Queda por ver cómo se reubicará Julia Roberts, ex novia de América, cuando decida (si lo hace) reincorporarse al cine cuando dé por concluida la crianza de sus gemelos. Siempre queda la opción Bullock (Sandra) o Kidman (Nicole), que, anticipándose, montaron productora para asegurarse su cuota de pantalla. Ellas pueden.
A Mireia Ros le costó más. Tras una época dorada como jovencísima actriz en los tiempos del destape, a sus 48 años sufrió "un parón brutal" del que salió "huyendo hacia delante". Ocho años le costó que su primer proyecto como guionista y directora, La Moños, viera la luz. Una candidatura al Goya fue la recompensa. Ahora estrena El triunfo, su segunda película, y apuesta por el cambio. "El cine no responde a la nueva realidad de la mujer. Le faltan reflejos y riesgo. Queremos ver historias como las que nos ocurren. No todo el rato la misma película de las crisis y las mascarillas. Faltan retratos de situaciones y de edades. Las mujeres mayores ligamos, somos potentes, con mucha guerra que dar. El futuro es nuestro".
"Con dos hijas pequeñas y una casa que llevar, es difícil que se te suba el pavo". Belén Rueda exhibe el pragmatismo de la madre trabajadora. Porque a los 40, muchas actrices son, efectivamente, madres. La conciliación familiar es también asunto suyo. "Si me pasa esto a los 20 años, quemo Barcelona", decía Nieve de Medina en víspera del estreno de Hamelin. "A los 20 estás dispuesta a lo que sea por tu profesión: a cambiar de país, de vida, a dejarlo todo", confirma Rueda, "a los 40 hay muchas cosas que ya están establecidas porque tú has querido, que te han hecho como eres, y que no quieres cambiar". El lastre de Nieve se llama Nora y pesa mucho, aunque sólo tiene siete años: "Todo lo más, aguanto dos semanas sin verla. Y no es por ella, que conste, es por mí".
Viven al día. Explorando los 40. "Gozando y sufriendo el privilegio de ser pioneras" (Ana Fernández). Sin celos de las que llegan. "Ni María Valverde me va a quitar un papel, ni yo a ella" (Nieve de Medina). "Con el teatro como trinchera" (Anabel Alonso). "Esperando que cambie el viento" (Pastora Vega).
Ya se lo dice Frances McDormand, la mítica policía embarazada de Fargo, a su amiga Holly Hunter en Buscando a Debra Winger. "Aguanta, Holly. Dentro de diez años se va a necesitar contar historias. Yo tengo 44, y tendré que hacer de señora de 54. Si no sucumbimos a la cirugía, vamos a acaparar el mercado".
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