Regreso al pasado
La fiesta de los toros se trasladó al siglo XIX con todo su peligro y emoción. La verdad vino de la mano de una corrida muy bien presentada y astifina, dificultosa toda ella, con un primer toro muy fiero y peligroso, y un segundo muy bravo, que acudió cuatro veces al caballo, galopó codicioso en banderillas y llegó a la muleta buscando los tobillos del torero. Hubo otra verdad: la de tres toreros machos que se jugaron la vida ante el escaso reconocimiento del público.
El peor parado fue Liria, que recibió un enorme topetazo en el pecho que lo tuvo noqueado un tiempo, aunque pudo acabar con el toro. Ese primero era espectacularmente serio, y desarrolló un grandísimo peligro en el tercio final. Pero tenía delante un héroe que dictó una lección de pundonor y arrojo. Aguantó dos coladas de miedo y, a la tercera, el toro lo cazó en un descuido y le propinó un porrazo en el pecho del que tardó en restablecerse.
Martín / Liria, Encabo, Robleño
Toros de Adolfo Martín, muy bien presentados, astifinos y fieros; muy peligroso el 1º, bravo el 2º, y blandos y descastados los demás. Pepín Liria: -aviso-, media baja y tendida y tres descabellos (ovación). Recibió una contusión en el hemitórax derecho que le impidió continuar la lidia. Luis M. Encabo: bajonazo (palmas); pinchazo y estocada (ovación); bajonazo (silencio). Fernando Robleño: media atravesada y dos descabellos (palmas); pinchazo, media y un descabello (ovación). Plaza de Las Ventas. 2 de mayo. Corrida goyesca. Algo más de tres cuartos de entrada.
Encabo se peleó valientemente con el bravo y peligroso segundo; le robó un par de naturales largos y con las manos muy bajas al templado quinto, y tuvo que matar el segundo de Liria, un regalo envenenado por su mansedumbre y mala casta. Robleño se justificó sobradamente con el lote más apagado y descastado de la tarde.
Babelia
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