La venganza de 'Titi'
Carlo Ancelotti desechó a Thierry Henry en agosto de 1999. Le había dado la titularidad en doce ocasiones desde enero. Durante sus seis meses de estancia en el Juventus, Henry (Ulis, Francia; 1977) debió enfrentarse, línea tras línea, a las pobladas bandas del calcio. Fue su primera experiencia fuera de su país. Un trauma que vivió tirado a la izquierda como un extremo. En el medio del ataque jugaban Inzaghi y Del Piero, dos poderes fácticos que lo desplazaron fuera de su zona natural. Para competir contra ellos no le bastaba con jugar bien. Tenía que dominar el laberinto de relaciones públicas de la Vieja Señora. Antes de planteárselo, se marchó a Londres.
En el Arsenal, Titi recuperó su posición natural en el frente del ataque. Contó con el respaldo de su compatriota Arsène Wenger, que había sido su entrenador en el Mónaco. Marcó 164 goles en 237 partidos en la Premier, fue su goleador en 2002, 2004, 2005 y 2006 y consiguió convertirse en el primer futbolista que logró marcar más de 20 tantos en cinco temporadas sucesivas. Hace dos semanas, Henry se consagró como el máximo anotador del Arsenal en toda su historia.
"Heredar el brazalete de capitán le supuso una ocasión de agrandarse", dice Arsène Wenger
Ninguno de estos números habla de la perspicacia del Juventus, que se lo compró al Mónaco por 20 millones de euros y lo vendió por 17 en menos de un año. Las cifras tampoco revelan la evolución de Henry en la última temporada. En un año que se anunciaba como de transición hacia otros retos más grandes, tal vez en España, el jugador conoció su vocación de mando y alcanzó un nivel desconocido que llevó al Arsenal a la final de la Liga de Campeones.
En el curso pasado, el Arsenal buscaba nuevas referencias. Su capitán, Vieira, fichó por el Juventus; Pirès daba síntomas de declive; Cole acusaba problemas físicos, y Campbell se deprimía por causas de amor. A Henry no le quedó más remedio que hacerse cargo de un puñado de jóvenes. Los mejores días del equipo que ganó la Premiership en 2002 y 2004 parecían lejanos. En la pasada Navidad, el horizonte se presentaba oscuro. Ante la disyuntiva, Henry debió retrasarse al centro del campo a colaborar como un volante armador. Allí contó siempre con la firmeza de Gilberto Silva y la complicidad de Cesc. Esto le permitió mantener su capacidad goleadora: 33 tantos entre la Liga y la Champions. Uno de esos goles sirvió para eliminar al Juventus en las semifinales. Así saldo una vieja cuenta pendiente.
"Los mejores alcanzan su plenitud entre los 28 y los 30 años", dijo Wenger cuando le preguntaron por el estado del jugador en L'Equipe; "es el caso de Thierry, como el de Zidane o Platini. Para Henry, heredar el brazalete de capitán supuso una ocasión de agrandarse en su papel de líder. Se comportó con más responsabilidad. Fue más solidario".
Henry mejoró como jugador y brilló en la definición. Su gol en el estadio Bernabéu pasará a la historia como su gran obra de esta temporada. Por el arranque en el medio del campo, por su forma de proteger la pelota y, sobre todo, por su golpeo final, con el interior del pie derecho al palo izquierdo. Eligió el ángulo más difícil, el del segundo poste, y logró colocar la pelota en el punto exacto con una trayectoria recta. Por más que se estiró, Casillas no pudo atraparla.
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