Así vivimos en Guantánamo
Dos ex presos británicos relatan la pesadilla que sufrieron en el penal
"Cuando volvimos a casa, lo único que hacíamos al despertar era esperar a que nos trajeran algo de comida". Como en el infierno. Así recuerdan sus primeros días de libertad Rhuhel Ahmed y Asif Iqbal, ciudadanos británicos de origen bengalí y paquistaní, respectivamente, que permanecieron encerrados en la base de Guantánamo -Cuba- bajo custodia del Departamento de Defensa de Estados Unidos durante más de dos años, para después ser liberados sin cargos. Una historia kafkiana que vivieron junto a otro compañero, Shafiq Rasul, y en la que se ha inspirado el falso documental Camino a Guantánamo, premiado con el Oso de Plata en el último Festival de cine de Berlín.
En la prisión, que el Gobierno estadounidense abrió a principios de 2002, y en la que siguen detenidas unas 460 personas de 40 nacionalidades, el tiempo sólo tiene dos ritmos, según los ex detenidos: el de las comidas y el de los interrogatorios. Y fue a fuerza de interrogatorios y malos tratos que Rhuhel y Asif, que se conocen desde el colegio y hoy tienen 24 y 25 años, dieron falsas confesiones y admitieron ser "combatientes". Así lo contaron, ayer, en la inauguración del curso La tortura, el dolor como método, dirigido por Amnistía Internacional y organizado por la Universidad Complutense en San Lorenzo de El Escorial. En el drama de estos jóvenes, procedentes de Tipton, una zona industrial cerca de Birmingham, hay tres elementos clave: una boda, un vídeo, y el inglés hablado con desparpajo.
"Tú mataste a mi familia en las Torres Gemelas, y ahora te toca a ti", le gritó un soldado a Asif
Todo empezó en septiembre de 2001, poco después de los atentados del 11-S. Asif y Rhuhel viajan a Pakistán junto a Shafiq Rasul y a otro amigo para preparar la boda del primero. Llegan al pueblo de la novia a finales de septiembre, incluso tienen tiempo para visitar Karachi, y deciden hacer un breve viaje a Afganistán, "para ofrecer ayuda humanitaria". En Pakistán, entonces, las autoridades religiosas animaban a la población a ayudar al país vecino ante la posibilidad de una guerra. Cuando comenzó la operación estadounidense Libertad duradera para cazar a Osama Bin Laden, se encontraban cerca de Kandahar. Los tres de Tipton, como los bautizó la prensa británica, intentaron huir, pero fueron detenidos el 28 de noviembre por las fuerzas del general uzbeco Dostum, aliado de EE UU. "Fue increíble", comentaron ayer. "Nos detuvieron cuando nos escucharon hablar en inglés". Tras ser trasladados a la prisión de Shebegán, en el norte de Afganistán, por primera vez les interrogaron soldados estadounidenses. Allí empezaron las amenazas y los malos tratos. "Tú mataste a mi familia en las Torres Gemelas y ahora te toca a ti", le gritó un soldado a Asif, quien cuenta que en esos días le patearon y golpearon unas 40 veces. Después de pasar unas semanas en otro campo de detención y ser metidos en un avión sin conocer su destino, llegaron a la base de Guantánamo en enero de 2002, donde pasaron las primeras semanas hacinados en una "jaula inhumana".
No existen cargos oficiales contra ellos, pero "nos dijeron que aparecíamos en una filmación junto a Mohamed Atta [el piloto que estrelló el primer avión contra las Torres Gemelas], y que por eso éramos culpables", explican. "Pero ese vídeo se grabó en agosto de 2001 en Afganistán, y entonces nosotros estábamos en el Reino Unido", se defienden. "Lo peor de mi situación en Guantánamo era el no saber nada. Por qué estaba ahí ni cuándo saldría", recuerda Rhuhel. Finalmente, en marzo de 2004, les comunicaron: "Mañana volvéis a casa". Sin más. Y sin cargos oficiales.
Rhuhel Ahmed, Asif Iqbal y Shafiq Rasul han salido de Guantánamo "con más fe", y al volver han tenido serios problemas de reinserción. Su historia, según Amnistía Internacional, demuestra cómo la tortura, actualmente practicada en 104 países, "corre el riesgo de convertirse en una práctica admitida en circunstancias excepcionales".
En la memoria de Asif sólo quedarán las vejaciones, y una gran decepción: "Lo peor fue descubrir que estas prácticas no se correspondían a la imagen de libertad y democracia que tenía de Estados Unidos".
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