Bush visita Nueva Orleans un año después del Katrina para hacer las mismas promesas
La mitad de la ciudad carece aún de electricidad y el 50% de los hospitales siguen cerrados
"Nueva Orleans ha sufrido el mayor desastre de su historia", informó el presidente de Estados Unidos, George W. Bush. Lo dijo ayer, en el primer cumpleaños del devastador huracán Katrina. Pero lo mismo dijo hace un año cuando despertó de sus vacaciones en Tejas y reaccionó ante los cadáveres que flotaban boca abajo en las calles de la ciudad, inundada en un 80% tras reventar los diques de la incompetencia. "Seguiremos aquí hasta que el trabajo esté acabado", anunció hace un año, cuando también visitó la ciudad. Y lo mismo dijo ayer.
El presidente admitió que hubo errores a todos los niveles de la escala gubernamental y suspiró profundamente cuando acabó su discurso de casi 45 minutos, durante el cual se le trabó la palabra varias veces, dijo lo que todo el mundo sabe y sufre cada día en Nueva Orleans, y no aportó nada nuevo. Y se le dibujó esa sonrisa tan suya que siempre le sale en momentos solemnes. ¿De qué se ríe el presidente cuando quedan 100 cadáveres por identificar en la morgue un año después?
Sólo el 50% de la ciudad tiene electricidad. La mitad de los hospitales siguen cerrados. La criminalidad crece. Sólo ha retornado la mitad de la población. Decenas de miles de familias viven en caravanas y no existe fecha para que dejen de hacerlo. Las compañías de seguros se refugian en la burocracia. La ciudad carece de un plan de reconstrucción. Y la basura lo cubre todo. "El Congreso ha aprobado una partida de 110.000 millones de ayuda por el huracán", informó Bush. El dato tampoco era nuevo.
Repicaron las campanas en Nueva Orleans justo a la hora en que hace un año comenzaron a reventar los diques. Era por la mañana y el alcalde, Ray Nagin, asistía al acto. Poco antes había desayunado con el presidente Bush en el recién abierto Betsy?s Pancake House, situado en un barrio en el que un año después todavía se ven la marcas de hasta dónde llegó el agua en las paredes de las casas. Cuando Bush se dirigía a su mesa, una camarera, Joyce Labruzzo, se le acercó y le preguntó: "Presidente, ¿me va a volver a fallar?". "No, señora, no otra vez", contestó Bush mientras se le escapaba -y no sería la primera vez durante el día- la risa. Tras los pancakes, el presidente de la primera potencia mundial se fue a rezar a la catedral de San Luis. Rezó, rezó y rezó. Por las víctimas, por las familias de las víctimas y por la recuperación de Luisiana.
En la pregunta de la camarera Labruzzo se recoge, como si fuera una metáfora, la vergonzosa y lenta respuesta que la Administración Bush dio en las horas posteriores a Katrina y en todo el año pasado hasta hoy. "Quería verle, quería mirarle y saber cómo era de cerca el hombre que dejó morir a mis hermanos", se queja Loretta Green. Sus "hermanos" son la población negra que siente que fue abandonada por su Gobierno por ser pobres y por ser negros, lo que en el caso de Nueva Orleans va casi siempre unido. Ahora es blanca la mujer que habla. Tan pobre como Green. Tan llena de rabia como Green. "Nos moríamos de sed y nadie hacía nada. Ahora nos comen las ratas y nadie hace nada. El presidente está hoy, pero ya no estará mañana", exclama Nina Lacour.
Bush inició el lunes una gira por la región del Golfo de México. Pero más allá de las declaraciones, de los actos oficiales, la gente de Luisiana sabe que hoy habrá que volver a levantarse y todo seguirá igual. Igual de mal. Que se irán las cámaras de televisión, los micrófonos de radio, los periodistas con sus libretas de notas y volverán a convertirse en seres anónimos junto a las cucarachas. Son lugares en los que a los escombros que provocó Katrina se une ahora la basura de cada día de la minoría que ha decidido volver y darle una última oportunidad a Nueva Orleans.
Bruce Diggs destripa cada día el interior de su ex hogar mientras su mujer Katrina (sí, se llama Katrina y maldice su nombre) espanta las ratas de la basura acumulada. "Convivimos con los desperdicios y con los bichos", explica Diggs. Desde el departamento de Salud de Nueva Orleans se comunica que sólo existen tres camiones que puedan recoger los desechos que se retiran de los hogares dañados. Tres camiones. La porquería se cuenta por cientos de toneladas y sólo hay tres camiones.
La caravana donde viven los Diggs tiene sólo tres meses. Katrina ha colocado plantas a su entrada. Pero ninguno de los dos se refiere a ella como "hogar". "No sabemos si alguna vez volveremos a tener uno", coinciden quitándose la palabra. Los Diggs quieren creer a Bush cuando dijo ayer que "una Nueva Orleans necesita nuevos hogares". "Ojalá sea así, llevo llorando un año. Estoy agotada de llorar".
Vuelos cancelados
Las compañías aéreas Iberia y American Airlines cancelaron ayer sus vuelos entre Madrid y Miami, en el Estado de Florida. La posibilidad de que la tormenta tropical Ernesto impidiese el aterrizaje en Miami de dos aviones de Iberia y uno de American Airlines fue la causa de las cancelaciones, según informó la agencia Efe.
Florida se preparaba ayer para la llegada del Ernesto, prevista para anoche. Los habitantes hicieron acopio de víveres para hacer frente a una tormenta que ha provocado fuertes lluvias y la evacuación preventiva de 600.000 personas en Cuba. Los expertos alertaron de la posibilidad de que la tormenta tropical Ernesto se transforme en un huracán, lo que sucede cuando sus vientos sostenidos alcanzan una velocidad de al menos 120 kilómetros por hora.
Del aeropuerto de Barajas debían haber despegado dos vuelos de Iberia, uno a las 12.05 y otro a las 15.00; y uno de la compañía American Airlines, a las 11.45. La aerolínea española explicó que no se produciría la llegada de los vuelos con salida de Miami. Los aviones que cubren rutas entre Madrid y Cuba, por donde pasó el Ernesto en la mañana de ayer, no se vieron afectados. Iberia anunció que los vuelos previstos para hoy operarán con normalidad.
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