"Temo a quien quiere poner límites a la ciencia, pero también a quien no"
Al físico Pedro Miguel Etxenike (Isaba, Navarra, 1950), presidente del Donostia International Physics Center y Premio Príncipe de Asturias de Investigación en 1998, la historia le ha enseñado que "nadie es lo suficientemente sabio para predecir el futuro". Por eso prefiere no hacer elucubraciones sobre la ciencia y sus aplicaciones y centrarse en el presente. El investigador, ocupado ahora en la respuesta de los materiales a la radiación en tiempos minúsculos, impartirá hoy la charla Libertad y límites de la ciencia en la sala Kutxa de la calle Andia en San Sebastián (19.00).
Pregunta. ¿Sin libertad no hay ciencia?
Respuesta. El siglo XX ha sido el del triunfo de la ciencia y la tecnología. Es difícil definirla, pero está claro que tiene dos exigencias. Una es la libertad. La ciencia la aporta, pero también la necesita para desarrollarse; requiere un intercambio libre y abierto de datos e ideas para reproducir y comprobar los hallazgos. La segunda cuestión es que el éxito de la ciencia ha sido tal que hay gente que cree que no tiene ni tendrá límites, que puede contestar a todo.
"El avance de la ciencia debería ir acompañado del progreso ético, al que también tendrían que contribuir intelectuales y humanistas"
"La competición mundial exige crear las condiciones para que los buenos investigadores nos elijan. Y se están poniendo los medios"
P. Y usted no lo comparte.
R. La ciencia tiene, para empezar, límites intrínsecos. El hecho de que la velocidad de la luz sea finita es un tope a la transmisión de la información. Pero también está limitada para describir aspectos de la vida. La belleza de un atardecer se puede describir en longitudes de onda, pero no satisface igual que su contemplación. Luego están, además, los [límites] relativos o éticos, que se resumen así: es muy difícil aceptar que todo lo posible es deseable.
P. ¿Entiende justificada la alarma por los nuevos horizontes que abre la investigación en el campo de la biología?
R. Sobre temas concretos no quiero opinar. El miedo al cambio ha existido siempre. Dicho esto, sería frívolo despreciar los actuales, porque la situación puede ser cualitativamente distinta. Por ejemplo, nunca ha existido la capacidad de destrucción de la naturaleza... Entonces, una limitación de las armas nucleares es algo esencial. Y en biología tendrán que discutir los expertos y decidir junto a la sociedad. Me da miedo la gente que quiere poner constantemente límites a la ciencia, pero también la que cree que no debe haberlos de ningún tipo. ¿Cómo no va a haber un límite a las armas nucleares o a la investigación en la guerra bacteriológica?
P. ¿El avance de la ciencia puede afectar al progreso ético de una sociedad?
R. El avance de la ciencia debería ir acompañado del progreso moral. Pero ante nuevos horizontes surgen nuevas incertidumbres. Y en este contexto creo que es bueno que haya personas de otros campos, intelectuales, filósofos, humanistas, que contribuyan a este desarrollo.
P. Los científicos hablan a veces de la ciencia como si fuera lo único que mueve el mundo.
R. Einstein decía que toda nuestra ciencia, comparada con la realidad, es primitiva e infantil. Aún así, es lo más importante que tenemos. Y creo que es cierto que es una de las grandes obras colectivas de la humanidad, pero también que no es la única forma de conocimiento. La ciencia ha aportado mucho: libertad frente a la naturaleza, frente al dolor, ha hecho nuestra vida más larga y más humana...; también es verdad que ha creado problemas nuevos. Pero yo diría que es útil y hermosa.
P. Y sin embargo la sociedad no acaba de acercarse a ella.
R. Es una cuestión de lenguaje. Las encuestas revelan que las cosas están cambiando, que la sociedad respeta y aprecia la ciencia. Pero existe esa dificultad externa. Por un lado, [la gente] no tiene conocimiento de los conceptos generales, ni sabe realmente qué es ciencia ni cuáles son sus consecuencias económicas. Por eso es importante que los científicos actuemos como ciudadanos responsables y expliquemos lo que hacemos. Primero, porque una sociedad científicamente informada es más libre y está menos condicionada por los grupos de presión para tomar decisiones. Y, también, porque la ciencia va a necesitar cada vez más del apoyo ciudadano para su desarrollo.
P. ¿Siguen teniendo vigencia las denuncias sobre la fuga de cerebros y la falta de dinero para la investigación?
R. La competición mundial exige crear las condiciones para que los buenos nos elijan, convertir al País Vasco en un lugar atractivo para los jóvenes investigadores. Y se están poniendo los medios, por ejemplo, con la creación de los CIC [centros de investigación cooperativa].
P. ¿Cuáles son las servidumbres actuales de la ciencia?
R. Uno de los problemas es la burocracia, el pensar que se puede fijar la dirección estratégica de lo que la ciencia tiene que hacer, haciéndola servir a los intereses del mercado como si fuésemos el Espíritu Santo que puede anticipar el futuro. Es más importante crear un caldo de cultivo donde las ideas puedan florecer. Al láser se le llamó durante muchos años "una solución a la búsqueda de un problema" y hoy se aplica para depilación, para cirugía de los ojos, y Einstein jamás hubiese imaginado Hiroshima cuando se puso a pensar sobre el espacio y el tiempo.
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