Las últimas caladas de Humphrey
EL PAÍS presenta mañana, sábado, por 8,95 euros, la película que Bogart rodó pocos meses antes de morir
Con el estilo con que Humphrey apura sus cigarrillos en casi todas las escenas de Más dura será la caída, ese devastador retrato de la miseria moral a través del mundo del boxeo firmado por Mark Robson, nadie diría que a los pocos meses de acabar el rodaje, el viejo Boggie moriría de cáncer de pulmón. El personaje de Eddi Willis, ese periodista deportivo con firma consolidada y respetada, que harto de los golpes de los periódicos decide coquetear con el dinero fácil de los cuadriláteros, fue el último de una carrera marcada por la obsesión por implantar un estilo.
El auténtico calvario que Bogart sufrió en aquel rodaje debió ser de antología, con la dama negra al acecho, aunque la integridad y el talento del propio actor en la pantalla logró ocultar de manera asombrosa los signos de su decadencia. Fue un título en principio algo despreciado por la industria. A Hollywood, sin duda, no le gustó ese retrato áspero y comprometido que dejaba en calzones el circo violento del boxeo y propugnaba ya en 1956 su extinción. No hubo oscars ni grandes llamadas de atención para el público, pero con los años, con el tiempo, cociéndose poco a poco en la mirada de unos espectadores que han sabido ver en ella los ingredientes del mejor cine pugilístico -aunque la película trasciende los géneros y sobrevive por sí misma con un vigor implacable-, Más dura será la caída ha logrado un lugar especial entre los clásicos.
El título, que es ya de por sí un refrán, y el hecho de ser el último en la fascinante filmografía de Bogart, ha ayudado a que sobreviva en la liga de las grandes obras del cine. Pero también late debajo de sus planos una combinación que no puede fallar: la de un director como Robson, que realiza un trabajo fino y contundente, con un guionista y productor como Philip Yordan, que hizo una labor eminente con la gran novela del mismo título de Budd Schulberg, escritor cuyas memorias, El desencantado, acaba de publicar en España la editorial El Acantilado.
Había talento detrás de la cámara y verdad delante de la misma. Sobre todo con Bogart, excelso en la sorna y magistral en su papel de cínico, leal a lo poco que todavía cree. Pero también en Rod Steiger, ese villano proveniente del Actor's Studio, lo contrario al método de Bogart, que no sólo sabía enfrentarse a los grandes colosos de su generación precedente, sino a los genios ascendentes de la suya, como hace con Marlon Brando en La ley del silencio, de Elia Kazan.
La crueldad con que Más dura será la caída trata el boxeo es asombrosa para su tiempo. No escatima la violencia explícita en los combates y, por supuesto, nadie queda libre de pecado en esa feria que enciende los peores instintos. La penosa búsqueda del éxito de ese trozo de carne con ojos -reventados por los golpes al final- del pobre Toro Moreno, basada en personajes reales, es radical en su denuncia y fatídica en sus conclusiones con deportistas, agentes, periodistas y público. Nadie resulta inocente, aunque algunos busquen su propia redención posterior. Lleva además en su piel los genes que también darían lugar a dos obras maestras del género posteriores: Toro Salvaje y Million dollar baby.
Babelia
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