"La fantasía supone el último acto de rebeldía"
Memorias de Idhún es una de las sagas fantásticas más exitosas en España. Con más de 300.000 ejemplares vendidos y traducida a una quincena de idiomas, la trilogía se ha cerrado. Su joven autora responde a las preguntas de un crítico, de una especialista en su obra, de un escritor y de un lector.
EL CRÍTICO
VICTORIA FERNÁNDEZ
PREGUNTA. Lleva casi 13 años (desde los 15) metida de lleno en el mundo de Idhún. ¿Qué supone cerrar la trilogía?
RESPUESTA. Por supuesto, echaré de menos este mundo y estos personajes, pero creo que van a seguir vivos en mi imaginación, así que dar por concluida la trilogía no ha sido tan duro como había supuesto. Supone, por otro lado, la posibilidad de comenzar nuevos proyectos. Y, aunque siempre lo echaré de menos, sé que todavía tengo muchas otras historias que contar.
P. ¿El contacto directo y continuo con sus lectores a través de su página web ha influido en el desarrollo de sus novelas?
R. En el caso de Memorias de Idhún, sí. Porque estaba recibiendo comentarios mientras escribía la segunda y la tercera parte de la novela, y eso me ha ayudado a darme cuenta de si quedaba algún cabo suelto, o algún personaje no estaba bien definido
... De todos modos, la historia en sí no ha cambiado, y mucho menos el final. Mis lectores saben que yo tenía claro desde hace años cuál iba a ser el destino de todos los personajes y cuál sería el final, por lo que en ese sentido sus sugerencias no me han afectado.
EL ESPECIALISTA
ANABEL SÁIZ RIPOLL
P. En Idhún ha creado un universo nuevo, lleno de seres y escenarios fantásticos. ¿Por qué cree que sus lectores están tan ávidos de historias que, en apariencia, nada tienen que ver con ellos?
R. Creo que la clave está en la magia y en la aventura. La posibilidad de vivir aventuras ha tentado a los jóvenes desde que el mundo es mundo; y nuestra sociedad prácticamente ha matado esa posibilidad. La magia, por otra parte, rompe esquemas. Un mundo con magia es un mundo donde -en teoría- todo es posible. Vivimos en un mundo muy tecnológico, muy científico, y es normal que la gente busque en los libros algo diferente, mágico, místico o sobrenatural. Va con la esencia del ser humano. Pero también creo que las historias de fantasía fascinan más a los jóvenes porque suponen su último acto de rebeldía contra el mundo adulto que les dice: "Pon los pies en la tierra, eso no es real". La facultad de imaginar, de fantasear, es algo profundamente humano, como lo es la risa o el lenguaje, pero el mundo en el que vivimos, tan pragmático, a menudo desdeña la fantasía por no encontrarle "utilidad" o por considerarlo algo más propio de niños o adolescentes. Por otro lado, en mis libros en concreto, mis personajes son muy humanos. Sean elfos, magos, vampiros o unicornios, sufren, lloran y aman, y tienen dudas, y no siempre aciertan en sus decisiones. Esto hace que los lectores se sientan más cercanos a ellos.
P. Detrás de sus novelas hay un dominio de la literatura caballeresca y fantástica, ¿Cómo se documenta? ¿Qué proceso sigue al escribir?
R. He leído mucha novela de fantasía y también literatura caballeresca, es un bagaje que ya lo tengo bastante asumido. Soy consciente, por ejemplo, de cuáles son los tópicos de la novela fantástica, qué cosas me gustan y cuáles no, de modo que sé cuándo estoy manejando esos tópicos y cuándo los estoy rompiendo, o dándoles un enfoque diferente. A la hora de escribir una novela, primero dejo que la historia vaya creciendo en mi cabeza. Me gusta decir que escribir una historia es como hacer un puzzle. Hasta que no tengo todas las piezas o la mayoría de ellas no empiezo a escribir.
EL ESCRITOR
JOAN MANUEL GISBERT
P. Qué comentario tiene a la frase tópica, en mi opinión falsa: "La realidad supera con creces la imaginación".
R. Es un camino de ida y vuelta. Creo que a veces leemos en los periódicos o nos cuentan historias que no se nos habría ocurrido escribir porque parecen inverosímiles; pero, de la misma manera, la realidad tiene unos límites físicos que la imaginación no tiene. Podemos crear mundos paralelos, construir un futuro alternativo o dar vida a personajes fantásticos. Pero la imaginación necesita ser alimentada por la realidad. Eso es lo que nos decía Michael Ende en La historia interminable. Sin el mundo real, Fantasía muere; pero sin Fantasía, el mundo real se convierte en un mundo mucho peor para vivir.
P. ¿En una página genial se podría lograr la misma intensidad que en 999 páginas continuas?
R. Sí, lo creo. A eso juega la poesía, sin ir más lejos. Pero creo también que cada historia necesita un espacio para ser narrada; algunas cosas se pueden contar en muy pocas líneas, y otras necesitan muchas más páginas. A mí, por ejemplo, me gusta mucho desarrollar a los personajes, conocerlos y verlos crecer.
EL LECTOR
CARLOS DÁVILA
P. Con el mundo de Idhún ha logrado una elaboración muy compleja, tanto en lo que se refiere a su fauna y su cultura como a su geografía, ¿no ha tenido la tentación de seguir aumentando más o sentir miedo de sobrecargarlo?
R. La ambientación es importante cuando creas un mundo nuevo, pero no hay que olvidar que es una novela, no una enciclopedia. Intento dar detalles y pinceladas que hagan que el lector visualice fácilmente el mundo en el que se mueve, pero huyo de las descripciones largas y farragosas que puedan entorpecer la narración. Un ejemplo es el idhunaico, el idioma que hablan casi todas las razas de Idhún. Hay palabras y expresiones en idhunaico a lo largo del libro. He intentado que todas ellas tengan una coherencia.
P. ¿La relación del triángulo Victoria, Jack y Christian tiene mucha credibilidad? ¿Cómo la ha trabajado?
R. Creo que existen muchas más historias de triángulos de las que queremos creer. Por otro lado, estamos hablando de un mundo distinto, de personajes que ni siquiera son del todo humanos. No hay que suponer que en todas las culturas se interpretan las relaciones y los sentimientos de la manera en que nosotros lo hacemos. Cuando empecé a trabajar en la historia de Memorias de Idhún, la relación entre los protagonistas era mucho más tópica: chico y chica luchaban contra el chico malo, que obviamente era derrotado para que el chico y la chica pasaran a la siguiente fase (derrotar al ser poderoso y malvado de turno) para después ser felices juntos y comer perdices. Lo que sucedió es que introduje como "chico malo" a un personaje que ya había creado con anterioridad y que tenía una personalidad aplastante. De modo que por alguna razón me parecía que Victoria no podría evitar sentirse atraída por el "chico malo". Me dejé llevar por mi intuición y seguí desarrollando esa idea: "¿Qué pasa si la chica se enamora del malo?". Cuando me quise dar cuenta, tenía entre manos una historia mucho menos convencional, y que me atraía más que la primera versión. Para cuando empecé a ponerlo todo por escrito, Memorias de Idhún ya no era la historia de Jack y de Victoria: era la historia de Jack, Christian y Victoria.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.