El peor de los rumbos
La compañía alemana E.ON ha decidido renunciar a la condición de que se eliminen los blindajes estatutarios de Endesa para ejecutar su OPA sobre la empresa española. Es un movimiento táctico de indudable significación y eficacia, puesto que ello impide que los accionistas tengan representación política por más del 10% del capital; y, a salvo del resultado de posteriores demandas jurídicas, E.ON puede limitar o simplemente eliminar la presencia de la italiana Enel o la constructora Acciona en el consejo de Endesa porque representan el capital de empresas competidoras.
La decisión de E.ON, prolongada inmediatamente por Endesa al anunciar que se suprimía la junta extraordinaria de accionistas convocada para eliminar los citados blindajes, reduce automáticamente sus intenciones estratégicas en España al nivel de mero estado de guerra contra Enel y Acciona y, lo que es peor, mantiene las trincheras defensivas del consejo de la compañía en el caso de que la OPA no prospere. ¿Por qué la eliminación de los blindajes que era buena para los accionistas antes no lo es ahora? ¿O acaso significa que E.ON y Endesa han suspendido la junta para perjudicar a los minoritarios? Los estrategas alemanes entienden en todo caso que con blindajes se defenderán mejor de Enel y Acciona y demuestran que las reglas de transparencia y buen gobierno tienen para ellos un valor instrumental.
El rumbo probable de estas maniobras conduce a una crisis de difícil solución. Hasta ahora, cada paso ha empeorado el anterior. La oferta de Gas Natural, que contaba con un proyecto energético bien definido, fue sustituida, tras la intervención de los directivos de Endesa y con el apoyo abierto del PP, por la OPA de E.ON, que transformaba al grupo español en una sucursal dependiente de Düsseldorf; convertida en prenda de una guerra política, con un gobierno enrocado en no perder el pulso político con Endesa y E.ON, entró en liza una constructora, Acciona, un avance de peón pensado únicamente para bloquear a E.ON; y, por fin, aparece Enel, con la aquiescencia del Gobierno y sin que tampoco parezca disponer de un plan definido para Endesa. Si hoy hubiera que imaginar un final, el mejor sería el de tablas por agotamiento de los contendientes, con venta de acciones al ganador; el peor sería el troceamiento de Endesa.
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