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Columna
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Apuesta por la normalidad

El pasado miércoles, el Parlamento de Andalucía aprobó la ley que regula la clonación terapéutica. Andalucía es la primera Comunidad que ha apostado por una técnica que permite investigar en la creación de tejidos, de forma que puedan curarse enfermedades como la diabetes y el cáncer. Sin embargo, no es en la ayuda a mejorar la calidad de vida y la salud de los ciudadanos que, como obligación constitucional tienen los poderes públicos, donde quiero colocar el acento. No. El acento lo quiero colocar en el comportamiento de los grupos políticos ante estos avances sociales.

No puede desconocerse que movilizaciones como las del pasado sábado en Madrid, que concluyen con la entronización de Mariano Rajoy, abren de hecho la campaña electoral.

El PP de norte a sur, y estamos en Andalucía, ha optado por llevar al convencimiento de los ciudadanos en general que quiénes no opinemos igual que ellos no somos normales, pues rompemos España o no estamos con las víctimas. En éste y con este planteamiento político reconozco que no soy un ciudadano normal. No he ido a la manifestación del sábado, así es que debo averiguar si soy normal o no. Y lo quiero saber, por razones de salud personal, pues no quisiera que, a base de repeticiones y de llamadas a la normalidad, terminara creyendo que la ajena es la propia. Y, claro, como lo que pretendo es seguir siendo normal y hay una campaña que insiste en que si no hago lo que me dice soy un traidor, tengo que establecer la frontera entre mi normalidad y la de algunos políticos.Y aquí es, donde aparece la ley que regula la clonación terapéutica, y a pesar que no se ha publicado me ha servido como instrumento para mi salud.

Es normal -pregunto- que si se puede contar con una investigación de reprogramación celular sin fines reproductivos, que ayude a la curación de la diabetes y el cáncer, y con medios para hacerla real, se rechace esta investigación. La respuesta parece sencilla. Lo normal es que se abra esta investigación, digo yo y muchos más. A casi nadie se le ocurre pensar que los enfermos se tienen que morir por no abrirse la sociedad a la luz de la investigación. A nadie -o casi- se le ocurre pensar que Andalucía debe seguir anclada en el pasado y que, contando con marco competencial autonómico necesario, no dictara leyes como las que se han dictado en el Reino Unido, Suecia, Japón o Israel con estos mismos fines. Esta afirmación, estimaría que es la normal.

Pues no es verdad. Los que pensamos así no somos normales. No hay más que mirar al PP-A para saberlo. No ha apoyado esta ley; se ha abstenido y, por tanto sale sin su concurso, por lo que si hubiera sido necesario la ley no se hubiera aprobado. Es su forma de entender la normalidad; la misma que la de los obispos andaluces que califican la ley de "ataque a la dignidad humana", y no consideran un ataque a la dignidad de las personas su maltrato a los profesores de religión en los colegios públicos.

En fin que, en esto de la normalidad, no nos ponemos de acuerdo. En mi caso, como lo que deseo es sentirme normal, voy a emplear parte de mi tiempo en analizar cuantas leyes se han dado en esta última legislatura, de forma que sepa si la sociedad se abre al futuro y a la esperanza. En este caso me voy a sentir normal, eso sí respetando las normalidades de otros. Incluso la de Mariano, más aún si le ha provocado un éxtasis de felicidad. La felicidad; los momentos felices hay que buscarlos. Si es necesario, de sábado en sábado, darse una de multitudes y de autoestima, para hacerle saber a Aznar que su dedo no se equivocó, vale. Lo primero es la salud. Enhorabuena. Conseguido. Todo normal. Me alegro y, por otra parte, como también me quiero sentir bien, y no me puedo pegar una de movilizaciones, mi normalidad la voy a intentar buscar eligiendo y analizando. Después de todo, la elegancia consiste en saber elegir. En mi caso, la apuesta va a ser por aquéllos que han decidido construir una España de futuro, sin lacras ni llamadas al pasado y sin que los intereses eclesiásticos de este mundo impidan o frenen los avances sociales que se han logrado en una sociedad que no está crispada, sino que la crispan.

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