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Reportaje:Juicio por el mayor atentado en España

La vergüenza del padre del asesino

El juicio visita el drama de las familias de los acusados y los supervivientes señalan a los culpables

No se defiende bien ni en español ni en árabe clásico, sólo en bereber, pero aun así fue capaz de abandonar su aldea natal, mucho más al sur de Casablanca, labrarse un futuro en España e irse trayendo poco a poco a su familia. Ayer, cuando Abdesalan Bouchar entró en la sala, se esforzó en no dirigir su mirada hacia la habitación de cristal blindado. Uno de sus hijos, el llamado Abdelmajid, estaba allí. Se trata del muchacho de porte atlético -El Gamo lo llamaban- que huyó del piso de Leganés justo antes de que otros siete terroristas se suicidaran la tarde del sábado 3 de abril. Cuando, pasado el tiempo, Abdelmajid fue detenido en Serbia y trasladado a la presencia del juez Del Olmo, su padre también estaba presente, pero ni siquiera levantó la cabeza para saludar a un hijo que echó de casa por vago y que ahora regresaba así. El juez se dio cuenta y le preguntó.

-¿Por qué no mira usted a su hijo?

-Porque nosotros, señor juez, hemos venido a España a trabajar, no a matar a la gente.

El Gamo miró al suelo.

El caso es que el viejo Abdesalan no pudo declarar ayer porque faltaba un traductor de bereber, pero también porque, al fin y al cabo, un padre avergonzado sigue siendo un padre. Salió de la sala sin que su mirada se encontrara con la del hijo, pero también sin que sus palabras le causaran más quebranto.

El juicio supo ayer de otra historia dramática de padres que trabajan mientras sus hijos se dedican a la guerra santa. Hadmed Afalah es el padre de Mohamed Afalah, uno de los supuestos integrantes de la célula terrorista. Mohamed huyó de Leganés tras la explosión del piso conduciendo un Golf que le pidió prestado a su hermano y que dejó abandonado en Barcelona. Su padre no volvió a saber de él hasta más de un año después, pero las escenas fundamentales de la vida casi nunca suceden como en las películas. "Fue el 12 de mayo de 2005, por la tarde. Yo estaba trabajando, subido a un andamio, cuando me llamó mi hijo. Me dijo: 'Papá, estoy en Irak. Estoy bien. Perdón". No le oí con claridad, no sé si me dijo algo más, hacía mucho viento, o tal vez fuera el ruido". Unos días más tarde, Hadmed Afalah recibió otra llamada en su teléfono móvil. Alguien que decía ser amigo de su hijo y llamaba desde Irak le comunicó su muerte.

La mañana se fue yendo así, visitando los dramas familiares y también reconstruyendo la vida de los terroristas mediante un método menos determinante que la huella genética pero a veces más esclarecedor: la huella vital, los movimientos de los presuntos asesinos en el zaguán de la tragedia. Un testigo protegido describió al acusado Larbi, repartidor de fruta en el mercado de Chamberí, como "pulcro y cumplido, religioso pero sin condición de líder, como un cura que les dice a los demás lo que tienen que hacer". El dueño de un taller de chapa y pintura habló de un buen cliente al que él llamaba Panchito y que en realidad es el acusado Abdelilah El Fadual. "Unas veces venía con El Chino, un tipo de mirada desafiante que no pasaba de la puerta, y otras con un grandullón al que le faltaba un dedo. Me traía el BMW blindado y nunca tuve problemas para cobrar".

Antes de la pausa para el almuerzo, el juez llamó a otro testigo protegido, el A27. Nada más empezar a hablar, se hizo el silencio, la vida retrocedió y volvieron a ser las siete de la mañana del 11 de marzo. "Yo iba a Vicálvaro. Me senté en el vagón y vi que un hombre, que a mí me pareció moro o gitano, metía una bolsa debajo del asiento. Me quedé como dormido. A la altura de San Fernando me di cuenta de que el tío no estaba, pero que la bolsa seguía allí. Y como yo me había dejado el almuerzo unos días antes, pensé: mira, otro que se deja las cosas olvidadas". Fue bajarse del tren y escuchar las explosiones. Mucho antes de que los periódicos publicaran ninguna fotografía, y cuando la versión oficial y única era la que apuntaba a ETA, el testigo llamó a la policía y contó lo que había visto. Le enseñaron fotos, 18 ó 20, y él reconoció sin dudas a Jamal Zougam, el dueño del locutorio de Lavapiés. El juez levantó la sesión, Zougam se puso en pie y las víctimas buscaron la salida confortándose entre sí, sin romper el silencio, aprisionadas aún en aquel tren a punto de estallar.

"Aquel muchacho se bajó del vagón", declaró por la tarde una mujer con acento del Este, "se dejó olvidada la bolsa y mi amiga me dijo: se ha dejado la bolsa de deportes. Yo le dije: puede ser una bomba... Dos minutos después, hubo una explosión en otro vagón y nosotras salimos corriendo en dirección contraria. Explotó la segunda bomba. Mi amiga murió y yo estuve en el hospital un mes. La policía me llevó fotografías y yo identifiqué a un terrorista, pero luego pensé que tal vez el muchacho que había dejado la bolsa tenía la piel más oscura. Hace poco, encontré en un libro sobre el 11-M el rostro de aquel muchacho. Le he traído el libro, señor juez. Hacía tres años que miraba a la gente buscando ese rostro...".

Abdelmajid Bouchar, en primer plano, y Jamal Zougam, durante el juicio.
Abdelmajid Bouchar, en primer plano, y Jamal Zougam, durante el juicio.REUTERS / POOL

IDENTIFICAN A SUS VERDUGOS

"La bolsa que vi en el tren era gemela de la de Vallecas"

Uno de los testigos protegidos que salvó la vida en los atentados de los trenes declaró ayer: "La bolsa que vi en el tren, si no era la misma, era el alma gemela de la desactivada".

Cinco testigos protegidos, dos autores materiales

Cinco supervivientes del atentado de los trenes declararon ayer como testigos protegidos. Cuatro de ellos identificaron a Jamal Zougam como uno de los que colocaron las bombas. Otro citó a Daoud Ouhnane.

El jefe de Seguridad de Renfe habla de terrorismo

El jefe de Seguridad de Renfe aseguró ayer que en ningún momento se recibió llamada de aviso de los atentados del 11-M, en contraste con lo que suele ocurrir con ETA.

LA VISTA AL DÍA

Declara el policía

de la nitroglicerina El tribunal escuchará hoy el testimonio del ex comisario jefe de los Tedax Juan Jesús Sánchez Manzano. Su error al identificar el explosivo como dinamita ha sostenido las teorías conspirativas durante tres años.

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