Bush apoya al titular de Justicia a pesar del escándalo del despido de ocho fiscales
Por mucho que el presidente de EE UU pretendiera seguir sumergido en su viaje de seis días para llevar la "justicia social" a América Latina, finalmente George W. Bush tuvo que aceptar que "en casa" su Administración se enfrentaba a otra crisis. Desde Mérida (México), Bush se vio obligado a hacer su primera declaración pública sobre el polémico despido de ocho fiscales federales y la supuesta mediación de la Casa Blanca, y mostró todo su apoyo al fiscal general (ministro de Justicia), Alberto Gonzales. "Se han cometido errores", manifestó el presidente de EE UU, "y, francamente, no estoy muy feliz". Sin embargo, acto seguido, Bush ratificó en el puesto a su viejo amigo Al, el hombre que lleva junto al presidente desde su época de gobernador de Tejas; el hombre que le susurró al oído que en su guerra contra el terrorismo no necesitaba preocuparse por la Convención de Ginebra; el hombre que para muchos abrió la legalización de la tortura. "Lo que Al hizo y lo que el Departamento de Justicia hizo era lo apropiado", certificó Bush en rueda de prensa en Mérida.
Lo que Al hizo fue aprobar el cese de ocho fiscales federales a finales del año pasado. Aunque según el nuevo Congreso de mayoría demócrata, lo que la Casa Blanca pretendía era deshacerse de la totalidad de acusadores, un total de 93, y empezar un nuevo capítulo al situar a fiscales cercanos a sus intereses justo con la inauguración en 2004 del segundo mandato de Bush. A las denuncias de manipulación política -es el presidente quien en última instancia decide quién ocupa esos puestos-, Gonzales insistió y reiteró ayer en que se cometieron errores, pero también insistió en que no va a abandonar el cargo. "Trabajo para el pueblo estadounidense y sirvo por voluntad del presidente", afirmó Gonzales en una breve entrevista con la cadena NBC.
El fiscal general ha visto cómo en los últimos días crecían las voces que pedían su cabeza. La senadora demócrata con aspiraciones a la Casa Blanca Hillary Clinton reclamaba ayer que "alguien debe cargar con la responsabilidad final".
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