El equilibrio del castrado
Meterse en la piel de otra persona para seguir su rastro, intuir su razonamiento, adoptar su personalidad, es un reto tentador para muchos escritores. Jesús Ruiz Mantilla suma a su interés por la vida de Farinelli, el célebre castrato, el de su conocimiento y pasión por la música. Con este punto de partida ha sido capaz de relatar en primera persona la vida y las hazañas del cantante que conquistó las cortes europeas del siglo XVIII.
Esta biografía novelada sitúa a Farinelli recluido en su mansión boloñesa, a los 75 años. Una perspectiva que influye en la mesurada valoración de muchos de los hechos relevantes de su vida, tamizados ya los altibajos por la nube blanda de la cercanía del fin. Nacido Carlo Broschi (1705-1782), conocido por la historia como Farinelli, fue destinado desde niño por su padre al irreversible sino de los castrados al percibir el alcance de sus aptitudes vocales. Acogido por un hábil maestro, recorrió las cortes europeas cosechando triunfos mientras entraba en contacto con las ideas de su época. El libro se detiene particularmente en su etapa española, dos décadas en la corte de los Borbones en las que hay desde milagros a intrigas políticas.
YO, FARINELLI, EL CAPÓN
Jesús Ruiz Mantilla
Aguilar. Madrid, 2007
238 páginas. 16 euros
Farinelli representaba el espíritu del barroco, pero latía ya en él la modernidad y el cosmopolitismo. Su amistad con Casanova o Metastasio, sus lecturas de Voltaire y Rousseau, subrayan esta idea. Si la película Farinelli sacaba el máximo provecho de la parte más frívola de su biografía, sus amores, la admiración apasionada que despertaba tanto por su arte como por su apostura, y el conflicto por sus limitaciones físicas, el libro parece desmentir los extremos. Sus escasos amores son platónicos, el lamento por su condición de castrado, débil y esporádico.
El Farinelli de Ruiz Mantilla es comedido y sensato, se aparta de los conflictos y pretende vivir en paz dedicado al gozo de la música. Porque es un libro de evocaciones sonoras más que visuales. Al terminarlo rondan en la mente del lector más los lejanos sonidos que se intuyen que las imágenes de una vida agitada.
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