_
_
_
_
Elecciones 27M
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La Cataluña 'yihadista'

Francesc Valls

Por José Luis Gallego

AnálisisLa victoria de Nicolas Sarkozy ha hecho aumentar la nómina de aquellos que desde hace años revolotean incansables sobre el cadáver ya momificado de Mayo del 68. Algunos nunca han perdonado que 23 años de gobiernos nacionalistas hayan sido incapaces llevar por el buen camino a una Cataluña supuestamente cegada por el espejismo izquierdista. Por eso, ahora están exultantes de poder proclamar sin recato que el bonismo papanatas, el progresismo iluso, el antiautoritarismo han sido por fin sepultados por el tsunami de una razón que, mal que les pese, es paradójicamente jacobina. Durante esta campaña de las municipales, los conservadores catalanes -con aliados dentro del socialismo- se han desabrochado el cerebro, se han desacomplejado en un asunto tan peliagudo como la inmigración y tararean sin titubeos las melodías del karaoke de Sarkozy, a la espera de que la fortuna, últimamente esquiva, también les sonría.

Así, en las declaraciones de dirigentes de CiU y el PP -esta es una campaña sin mítines- se dibuja el paisaje de una Cataluña yihadista, llena de minaretes y fumadores de hachís. Y todo por culpa de la tolerancia, del desgobierno del tripartito y del hecho de que la dirección de los Mossos d'Esquadra esté en manos poco menos que sospechosas. A la derecha catalana -también a una parte del PSC- le gusta la canción política de éxito en la sociedad francesa. La letra a esa melodía viene de lejos. De 2006, de las semanas previas a la revueltas de las banlieues, cuando el entonces ministro del Interior, Nicolas Sarkozy (¡el cambio llevaba siete años en diversas carteras de gobierno!), se refirió a que la racaille, la gentuza, debe ser barrida con agua a presión, karchée, según el término francés al uso. El guión del líder de la UMP ha encontrado émulos en estas elecciones municipales. Unos de brocha gorda, como el PP con el DVD xenófobo de Badalona. Otros son más delicados: desde el dripping pollockiano de Artur Mas hasta la finezza propia de Rafael, empleada por el maestro Duran Lleida.

No faltan en la izquierda quienes de buena gana se sumarían a cualquiera de estas tres escuelas de pintura, aunque de momento prefieren mantener -como sin duda les recomendaría su asesor eclesial- un prudente silencio. Y ello a pesar de compartir plenamente el grito de guerra lanzado por la parte derecha del arco parlamentario catalán: "¡Hay que poder hablar de todo!". Pero, ¿cómo se traduce en realidad lo propuesto por el centro derecha catalán? Las competencias antiterroristas son de la Administración central; por tanto, difícilmente podrá evitarse que los discípulos de Bin Laden sean interceptados a simple vista por los Mossos d'Esquadra en el momento de desembarcar en El Prat. El hachís polémico tiene una de sus puertas de entrada por el delta del Ebro, donde todavía no se han desplegado los Mossos. A esos dos apuntes del líder Mas se suma el de Duran de evitar el reagrupamiento familiar de los inmigrantes (con permiso de trabajo y de residencia) que no tengan una vivienda digna, algo que a muchos catalanes de nacimiento les resulta harto difícil de conseguir. ¡Ah, la familia...! Aunque sea desagrupada, valor eterno. Quizá una lectura precipitadamente torticera de Bartolomé de las Casas es la culpable del entuerto, por aquello de que los negros -contrariamente a los indígenas- no tienen alma.

El centro derecha catalán está agitando el espectro de la xenofobia y moviéndose en el sfumato de las medias verdades sin proponer soluciones tangibles. Jugar con fuego en campaña es algo propio de esa frivolidad política que tanto aseguran querer enterrar.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_