Una de romanos

Antonio Vivaldi ha tenido siempre que apechugar con el privilegio, al fin dudoso como tal, de ser el autor de Las cuatro estaciones, omnipresentes en ascensores y consultas de dentista. Como si no hubiera hecho otra cosa este cura pelirrojo, nacido en Venecia en 1678 y muerto en Viena, pobre y enfermo, en 1741. Vivaldi escribió 67 óperas de las que han podido identificarse, con sus libretos, 49. Tito Manlio fue compuesta -en cinco días- en Mantua, donde Vivaldi trabajaba al servicio del gobernador imperial, el príncipe Philippe de Hesse-Darmstadt, para celebrar la boda, que no llegó a celebrarse, entre éste y Eleonora de Gonzaga, prevista para el 20 de enero de 1719. En su libreto, obra de Matteo Norris, se nos cuenta cómo el cónsul romano Tito Manlio hace ejecutar a su hijo por no respetar la prohibición de batirse en singular combate.

La música de Tito Manlio ejemplifica lo mejor del Vivaldi operista, sirviéndose de una orquesta muy coloreada, capaz de reproducir efectos vistosos y de dar sostén a una escritura vocal que, partiendo de los tópicos que los personajes representan -la nobleza, el honor, la lealtad y hasta la comicidad- llega por momentos a una brillantez que anticipa sin duda la de las grandes piezas handelianas.

La grabación que EL PAÍS ofrece mañana a sus lectores forma parte de la corriente de renovación que ha hecho que sintamos de un modo diferente la obra vivaldiana. Su director, Federico Maria Sardelli, ha sido uno de los culpables de esa revisión tan enriquecedora. En el reparto destacan dos cantantes que han hecho una estimable carrera en este repertorio, el bajo Sergio Foresti, en el rol de Tito Manlio, y la soprano Elisabeth Scholl -en la época eran muy habituales los papeles travestidos- como su hijo. Hay que destacar la excelente prestación de la orquesta Modo Antiquo que, con instrumentos de época, restablece la sonoridad que hoy, al fin, sabemos que podía haber sido la del estreno frustrado de esta ópera apasionante.