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Columna
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Bibliodiversidad

Pocos objetos tan hermosos como un buen libro. Quizá no exista ningún otro capaz de llegar tan lejos, ir mas allá de su propia materialidad para convocar todos los resortes de la imaginación humana. Parecen guardar las claves del ADN de la libertad. Ya lo escribió George Steiner: "Las dictaduras cuando quemaban y prohibían libros sabían lo que hacían". Para eliminar el fermento de la libertad y cercenar de raíz el librepensamiento.

En 2002 tuvo lugar en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona una memorable muestra sobre el totalitarismo. Tiran(í)a analizaba la historia moderna de Albania, deconstruyendo la tramoya escenográfica del régimen que durante décadas ejerció un poder despótico, conducido con mano de hierro por Enver Hoxha. Al entrar en la penumbra de la sala, se escuchaban los gritos de adhesión de la muchedumbre e himnos militares (como música de fondo de la exposición), luego un dramático montaje con fotos de disidentes asesinados (presentados en una larga hilera de rostros anónimos iluminados cada uno por una tenue y humilde bombilla: como una instalación de Christian Boltansky). En otra nave, una monótona alineación de grandilocuentes torsos socialrealistas que pretendían servir de iconos del "nuevo hombre" (como en la canción de Siniestro Total: "Mucho músculo y poco cerebro"). La muestra concluía en una estancia con estatuas derribadas de Stalin y Lenin (y otra de Hoxha), a una escala monumental (aquellas figuras tiradas en el suelo parecían huecos muñecos: ninots en bronce).

Nada me sobrecogió tanto como la sala intermedia donde se presentaban unos 75 tomos con las obras completas del dictador, Aquellas obras era el único "alpiste" ideológico que tenía la población. Enfrente de las obras completas de Hoxha (alineadas en formación militar) se exhibía la biblioteca privada del dictador: primeras ediciones dedicadas, libros de ensayo, sociología e historia, poesía surrealista. Una cuidada selección de filosofía. Poemarios de Neruda y Paul Eluard con dedicatorias cordiales al dictador. Una selecta biblioteca privada, para disfrute del autócrata, con todos los libros prohibidos a los que no tenía acceso el resto de la población.

Las fotos de Enver Hoxha con su familia (colocadas en el mueble biblioteca) como estereotipo de apacible felicidad hogareña, introducían un siniestro contrapunto en aquella recreación del entorno del régimen. Al contemplar la exposición me vino el recuerdo infantil de escuchar Radio Tirana, con sus cotidianas proclamas de insurgencia a los obreros y campesinos españoles, arengas que pude escuchar en una pequeña aldea de la provincia de Lugo a comienzo de los 70.

En los tiempos actuales en un contexto en el que parece haber dinero público para casi todo, falla la enseñanza. Las causas pueden ser muy complejas. Los indicadores con relación a educación y cultura son alarmantes. Alumnos desmotivados y profesorado en crisis. Bibliotecas abandonadas, sin recursos, con escaso presupuesto para adquisiciones. Los espacios más decisivos para la transmisión del conocimiento quedan al margen del juego mediático (lejos del fragor periodístico en torno a infraestructuras culturales). En la penumbra y el ostracismo. Hay hogares donde sólo entraban los libros de texto. El actual sistema de préstamo de libros escolares (que algunos insisten en llamar gratuidad) va a permitir que ahora no entren ni siquiera los libros de texto en muchas casas. Otro inconveniente es que los libros no se pueden subrayar, al tener que devolverlos intactos para uso de sucesivos cursos. Un libro es una herramienta de trabajo: el estudioso necesita desmenuzar el texto subrayando determinados vectores conceptuales, para llegar a la comprensión de muchas materias. En términos político-económicos se apela de forma retórica al concepto de "capital social" y formación cultural (de forma insistente), pero a la hora de la verdad siguen vigentes los parámetros anacrónicos de la consabida letanía: ladrillo, cemento, asfalto y hormigón en grandes cantidades como genuina materia prima del desarrollo. Mientras, otros países dedican un enorme esfuerzo a programas culturales y educativos.

La bibliodiversidad es un buen concepto (acuñado en los últimos años) para aludir al hábitat del libro (frágil ecosistema) y su necesaria diversidad. Con relación al tema, las malas noticias se acumulan en Galicia desde hace tiempo: paulatino cierre de algunas librerías emblemáticas. Al desaparecer librerías disminuye la proximidad de la cultura al ciudadano. A medida que merma el tejido librero se empobrece el patrimonio cultural de forma irreversible. Es un bien que precisa necesariamente de manos expertas, esfuerzo y dedicación en todo el complejo proceso hasta llegar a la distribución final. La salud cultural va a tener un índice inequívoco en la pujanza de la red de librerías. Si ésta se resiente y falla, se rompe el equilibrio de la diversidad cultural: humus decisivo del pensamiento crítico y de libre opinión. La concentración excluyente en grandes cadenas, simultánea al crecimiento del monopolio editorial, va a propiciar quizá variantes de un nuevo populismo. El llamado pensamiento único puede tener por ahí vía abierta a una fácil consolidación, con actitudes y comportamientos teledirigidos. "Amenazados por la devaluación narcótica en una cultura de lo secundario", escribe G. Steiner. Se necesita una resistencia humanista.

Estos meses estuvieron marcados por el clamoroso éxito del último libro de Manuel Rivas, dedicado precisamente a la represión del mundo de la cultura y los libros en el contexto totalitario de irrupción del fascismo. Os libros arden mal permite acercarnos a esos episodios cíclicos de sinrazón totalitaria, donde eliminar el pensamiento crítico se convierte en objetivo central, en una sociedad militarizada. Existen hoy otros mecanismos más sutiles para erradicar el pensamiento. Las tecnoutopías negativas daban buena muestra de ello: 1984 o Un mundo feliz como metáforas literarias. Caminar hoy por el centro de muchas ciudades y ver cómo desaparecen librerías para ser sustituidas por oficinas bancarias o tiendas de ropa (de las distintas marcas) indica asimismo un triste presagio. En la embajada cultural catalana en Madrid, Blanquerna, situada frente al Círculo de Bellas Artes, hay una frase de J. V. Foix que sintetiza muy bien el espíritu que nace de la diversidad cultural, tan necesaria como la diversidad ecológica: "Llibres es llibertat". Imposible expresarlo con menos palabras.

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