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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

El PSPV abre su melón sucesorio

Es muy probable que el presidente José Luis Rodríguez Zapatero no se imaginase el revuelo que iba a provocar con su improvisado comentario acerca de la idoneidad del ya ex ministro Jordi Sevilla para liderar el socialismo valenciano. La verdad es que después de quitarle la cartera y a modo de consolación suponemos que le hubiera recomendado para cualquier otro destino, dándole así la coartada, además, para justificar el inexplicado cese. Pero se refirió al PSPV porque alguien le propició la respuesta y eso se interpretó inicialmente por estos pagos como un mandato o amparo para llevar a cabo tal misión. El enredo ha calado lo suficiente para que se abra el melón sucesorio, de tal modo que será muy difícil atenerse al calendario congresual y aplazar el relevo de Joan Ignasi Pla hasta después de las elecciones generales de 2008, como éste tenía previsto.

El ex ministro no ha formalizado todavía su opción, pero se ha movido para recabar las inevitables complicidades y hemos de creer que será uno de los candidatos, y sin duda muy cualificado, para recuperar ese bloque electoral de progreso que otrora fue fiel al PSPV. Tan cualificado que posiblemente no necesitaba ese espaldarazo de ZP que en algunos círculos del socialismo indígena se ha juzgado como un allanamiento de competencias. Una susceptibilidad ciertamente singular en un partido tan dócil y coherente con su vocación unitaria. En contrapunto a estas reticencias también es cierto que Sevilla ha encontrado hinchas entusiastas como el diputado en el Congreso, Ricard Torres, que ya ha emprendido una campaña de adhesiones.

Quien sí se ha postulado sin reservas y con atrezo de ganador es el alcalde de Alaquàs, Jorge Alarte, y lo ha hecho casi simultáneamente con su compañero, como si ambos hubiesen respondido a una misma señal de salida. La iniciativa de este joven edil, con dos mayorías absolutas a sus espaldas, puede decirse que no ha sorprendido apenas, pues se le tiene por un político con la edad, cuajo y ambición adecuadas para aspirar al liderazgo del partido y a ocupar la Generalitat en el horizonte de 2011 o 2015, si nos inclinamos por la lógica antes que por el prodigio.

Un propósito compartido por ambos candidatos provisionales, al menos en estas sus primeras declaraciones, es la renovación del partido en lo atinente a los cuadros, programas y estrategias. Qué menos. Un manifiesto seductor -aunque no para los actuales dirigentes-, pero que tendrán que precisar echándole coraje e imaginación para que su prédica y praxis política no sea más de lo mismo. Por el momento, y como signo renovador, ha bastado esta sacudida que ha significado su presentación en escena y que ha puesto en jaque al partido, sacándolo de la somnolencia e iniciando un proceso irreversible en lo concerniente a su dirección.

En este sentido, hay que dar por finiquitada la hoja de ruta que defiende la actual ejecutiva, desbordada por estos acontecimientos. Con los competidores en carrera parece irreal e imposible remitirles ahora al congreso ordinario que habría de celebrarse después de las elecciones generales de 2008. Contra este pronóstico reglamentado va tomando cuerpo la propuesta congresual para el próximo otoño, lo que aceleraría la renovación y terminaría con la imagen de interinidad y amortización que proyectan los dirigentes en ejercicio, una credencial que no es la óptima para concurrir a la próxima cita con las urnas y con Moncloa en juego.

Aunque sea fuera de contexto, no queremos cerrar esta crónica sin mencionar la puntualización que ha motivado el consejero de Inmigración, Rafael Blasco, por parte del vicepresidente Juan Cotino, acerca de la regularización de los extranjeros. Aquel apostó por su legalización y éste, vigilante de la doctrina, como le cumple, recordó que no es ese el criterio del partido. Una discrepancia que ha dado pie a cábalas por su carácter insólito, dado que el consejero conoce de sobra el punto de vista oficial y es sabido que sus palabras, nunca gratuitas, son como dardos que en todo caso apuntan a una diana. Cuál haya sido en este caso es la conjetura de algunos observadores de la micropolítica doméstica.

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