Fandiño y Orduña cortan oreja
¿Entonces es seguro ya lo del cambio climático? Porque aquí en Bilbao mucha gente no lo tiene claro. Cada vez que sale alguien hablando de sequías pertinaces, desertizaciones irremediables o calentamientos globales, cae una manta de agua que deja Iguazú a curro de limpiabotas.
Lleva El Ventorrillo una temporada irregular. Sorteó corridas bajas de casta y de empuje lánguido como en Sevilla, pero echó toros que han valido a conspicuos diestros para hacer el toreo, cuando no bordarlo: por ejemplo, a Ponce en el Corpus de Toledo o hace dos días en Almería, en faena que -según él- "se recordará"; o, valga otro caso, a Juli, que se hizo con un trío de orejas en Barcelona y lo repitió en el sueño de una noche de San Juan en Alicante.
Ventorrillo / Ponce, Juli, Fandiño
Toros de El Ventorrillo, bien presentados, con casta y cortos de embestida, menos el 4º que fue bueno y bravo. Flojearon el 2º, que se resistió a caer y el 3º, que se defendió. Acudieron al caballo. Enrique Ponce: media caída (silencio); pinchazo hondo y descabello -aviso- (vuelta). Julián López, El Juli: 2 pinchazos y estocada (silencio); media y descabello (saludos). Iván Fandiño: tendida y descabello (saludos); estocada y descabello (oreja). Plaza de Vista Alegre, 23 de agosto. 6ª de Corridas Generales. Lleno.
A punto estuvo Ponce de repetir triunfo. No en el primero, justito y bueno en varas, al que trató con pulcritud de óptico, a media distancia, la tela blanda y planchada y sin cruzar la raya donde la suerte pesa. Estilismo limpio por desgarro oscuro. Eso sí, con un toro. Un toro fue el cuarto, un toro bravo, negro bragado meano listón, casi cinqueño, que armó un chasquido de latas cuando se estrelló contra el peto y sacó a Quinta del estribo. Tres veces fue, y más hubiera ido si lo deja Ponce, que no pensaba dejar escapar la pieza y, desde el trasteo, la muleta era otra cosa: toreaba más frontal, cargando lo justo, y lo doblegaba con sutil giro hasta que lo desarmó. Luego, más roto y ceñido, el riñón dentro, se lo llevó en tandas toreras, con remates al pecho y por abajo, ya deshecho el silencio en las gargantas. Daba el reloj los cuartos cuando le desmayó tres naturales y, muy plástico, escuchaba el jaleo en circulares y redondos, gustándose, sin perder la armonía ni cuando el toro le izó por la zapatilla. Se pidió silencio al cuadrar -¡hay cerveza, Fanta, Coca-Cola, agua!- y se pincharon las esperanzas.
EJ tuvo dos toros justos, con casta y de embestida corta. El primero se llevó una vara sin límite de garantía y le tentaba con la tela cuando comenzó el chubasco. No llegaron a romper. Ni EJ, ni el toro, ni el chubasco. La clave del misterio, quien lo rompió todo con su varita mágica, fue el picador. El quinto no era el cuarto. Se vio al primer capotazo; sin embargo, en un reojo avistó al caballo y salió a por él. Le ciñó EJ chicuelinas y Fandiño buscó jaleo por gaoneras y no había salido el peón del tercer par y ya estaba Julián brindando. Solventó EJ con su oficio la embestida corta del bicho y se frustraron las ilusiones de "gran faena". Parecía que la lluvia pesara también sobre el toro.
Salió el tercero y estaban ya encendidos los focos, tan negra era la tarde. El toro no rechazó el peto, se arrodilló en doblones y cortó el viaje de la muleta con que el de Orduña porfiaba. Perezoso seguía las instrucciones de un juego que deseaba acabar cuanto antes. Cuando entusiastas de la tierra pidieron música, el toro los miró con inquina. Y apareció el sexto, un castaño cumplido en hierbas, veleto, sobrado de presencia, suficiente en el caballo, que acudió al cambiado por detrás y a la muñeca que, en el anillo, le jugaba Iván. En la izquierda, raspando el barro, se rompió más, con una enjundia que el toro desbarató al poner la pezuña en la tela. Insistió Fandiño, con la torería y el valor que requería la imponente cabeza del toro, que protestaba con hachazos y derrotes, y al que domeñó finalmente con estocada hasta la bola. Cortó una oreja. Orduña se llevó la horquilla.
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