El peso de lo leve
La holandesa Marga Minco, nacida en 1920, es la autora de un puñado de novelas y relatos marcados por el hecho de ser el único miembro de su familia que sobrevivió a los campos de exterminio durante la ocupación nazi de su país. "Quiera o no", ha dicho, "siempre vuelvo al periodo 1940-1945".
La hierba amarga, tal vez su obra más conocida, es un rescate de Libros del Asteroide, una marca joven especializada en recuperaciones (como la magnífica Trilogía Deptford, de Robertson Davies), una estela por la que camina también la novísima Periférica y algunas otras editoriales artesanas que reflejan un renovado gusto por la búsqueda de tesoros literarios.
El gran valor de este librito -publicado en Holanda en 1957 e inédito hasta ahora en España-, lo que produce escalofríos al lector, no es ninguna descripción realista de las atrocidades nazis, sino el relato desde la levedad de una vida cotidiana cada vez más socavada por la premonición del desastre. Un estilo con lejanos ecos de lo que convirtió en único El diario de Ana Frank, pero que tiene un referente mucho más directo en Sin destino, de Imre Kertész.
LA HIERBA AMARGA
Marga Minco
Libros del Asteroide
Barcelona, 2007
108 páginas. 14,95 euros
Un ejemplo de esta levedad: el padre llega a casa con un paquete. Lo desenvuelve cuidadosamente en medio de la expectación familiar. Dentro hay un montón de estrellas amarillas, la marca infamante que deben exhibir los judíos. Pero no hay lloros, gritos o lamentos. Sólo un intercambio de opiniones sobre cómo coserlas, si es conveniente o no hacerles un dobladillo, de qué color debe ser el hilo o si hay que reservar algunas para la ropa de verano. Y un comentario final de la madre ante la obra bien hecha: "Impecable, te ha quedado que ni pintada".
Otros episodios son más explícitos, pero tanto el reflejo del antisemitismo en Holanda, incluso antes de la guerra, como la aplicación rigurosa de las leyes antijudías, la "profesionalidad" de los ocupantes germanos y los preparativos para las deportaciones masivas están recogidos sin dramatismos, como si la extraordinaria capacidad de adaptación del ser humano y la resistencia a creer que el mal absoluto existe pudieran convertir en cotidianos incluso los peores presagios de la tragedia.
Ella se salva y, después de la liberación, va a visitar a su tío. Lo encuentra en la parada del autobús: va cada día a esperar a un hermano (el padre de Marga) que nunca volverá. ¿Qué mejor imagen del exterminio?
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