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Columna
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Un manuscrito asombroso

Somos afortunados los gallegos. Basta con escarbar un poco por aquí o por allá y nos damos de narices con cada cosa... En los archivos de la biblioteca municipal de Cambre acaba de aparecer un manuscrito del que nadie, al parecer, tenía noticia. Se trata de una especie de exabrupto, de licencia, de prosa poética salvaje y nacionalista sin concesiones.

Escrito curiosamente en castellano, el texto está fechado en 1902 y su autor es un perfecto desconocido: Rosendo Seara Deirís. El nombre es probablemente falso porque en el registro de entrega del documento aparece un tal Roberto Martín Martínez, un nombre patético comparado con el del supuesto autor. Se trata de un legajo de 36 holandesas garabateadas con tinta china a pincel.

Y "hacer público" lo propio es algo muy lejano al común de los gallegos

Dejaremos para filólogos, antropólogos y filoantropófagos el análisis y deglución del texto, pero no podemos por menos que reproducir unas pocas líneas, aquí y ahora, de lo que el misterioso Seara Deirís dejó a la posteridad:

"Es un país. Es mi país. No tiene género. Él o ella (llamémosle 'ello') y yo somos una sola cosa.

Galicia ('ello') flota sobre nosotros, nos sobrevuela, nos da de pensar y de comer. A veces nos suspende, porque estudiar Primero de Galicia es estar condenado a repetir. Algunos de los que aprueban los cuatro cursos se autodenominan... y ejercen como tales toda su vida pase lo que pase. Esto último lo veremos cuando tengamos una Administración propia. ¡Bah! Vaya tontería: jamás pasará tal cosa".

"Era del año la estación florida cuando Galicia nació y en su principio estaba su fin. En fin...

Galicia es Galicia; y, puesto que no vemos causa alguna que la destruya, nos inclinaremos naturalmente a juzgar que es inmortal. Galicia se diferencia de los otros animales sólo porque comprende; los otros, en cambio, sienten pero no comprenden".

"El entender y el sentir son, pues, distintos y no lo mismo. Temporadas, lo que queremos son temporadas: llegará un día en el que Galicia se venderá en hatillos y por temporadas. Las gentes se agolparán ante las puertas de las tiendas que venden Galicia -y aledaños- por arrobas y comprenderán su mensaje: conozco lo que me gusta y me gusta lo que conozco".

A la espera de la publicación de este documento histórico, histérico y proteico, podemos atisbar la anticipación del concepto "temporada" referido a series de televisión. Tendemos a ser unos completistas. O sea que, si empezamos una colección, nadie nos parará hasta completarla. Y Galicia es la colección perfecta: basta con enredarla en espiral para comprender su cableado. Seara Deirís añadió un agradecimiento, a la manera de T.S. Eliot, y escrito a lápiz en un cuartilla adjuntada al manuscrito hallado en Cambre:

"Quiero hacer público mi agradecimiento a las críticas de mis amigos..."

Esto último es curioso, porque los gallegos tendemos a ser inmisericordes con nosotros mismos y ciegos ante la obviedad. Y "hacer público" algo propio es algo muy lejano al común de los gallegos. Como el mismo T.S. Eliot decía: "rojo dentro del gris" ("red into grey"). En otras palabras, la sangre dentro del cerebro. Quizá nos venga Dios a ver con este descubrimiento en la biblioteca municipal de Cambre.

Las influencias de los filósofos presocráticos, de René Descartes y del incipiente arte cinematográfico son muy evidentes en el escrito de Rosendo Seara Deirís. Sería bueno -tal vez muy bueno- asumir su condición de nacionalista práctico. Cultura, ética, estética, ocio, trabajo, ritmo y tazas tintas no están reñidos con lo que de verdad nos importa a los tres millones de incautos que vivimos en esta esquina del mundo. Y lo que de verdad nos importa es que nos importa la verdad.

La recuperación de Seara Deirís se hace necesaria: que venga, que vea y que escriba una letra para un hipotético nuevo himno gallego que los escolares se puedan aprender sin meter la pata en los actos públicos. Sigue el asombroso manuscrito: "Galicia mira hacia Islandia, Australia y Bilbao y dice: 'Hijos míos que estáis lejos en la diáspora: ¡no sabéis cuánto os quiero! No puedo vivir sin vosotros. Nunca caminaréis solos..." Un clásico ha vuelto a casa para quedarse.

julian@discosdefreno.com

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