"No nos asusta la globalización"
El Premio Nacional de Diseño reafirma la estrategia de la firma Andreu World
"No nos asusta la globalización: nos motiva". Lo dice con una sonrisa de oreja a oreja Jesús Llinares, el director general de Andreu World, la prestigiosa empresa de sillas de vanguardia que acaba de ser distinguida con el Premio Nacional de Diseño de 2007 por la coherencia en el uso del diseño como estrategia comercial y la labor de creación de oportunidades para nuevos talentos en la cultura del diseño.
La empresa apostó hace tiempo por la internacionalización como un modo de diversificación, como una herramienta más para paliar la inflación del mercado interior. Ahora dispone de delegaciones en Estados Unidos, en Europa y en los países del Este. "Somos una empresa familiar multilocalizada, en el sentido de que intentamos estar lo más cerca posible de los mercados", explica Llinares.
La empresa pasó de ser una ebanistería a una referencia en diseño mundial
Hoy en las sillas de Andreu World lo mismo se sienta el Papa que un reo que se someta en el Juzgado de lo Penal del Bronx, para el que la empresa ha realizado los asientos y los bancos. Se está poniendo complicado ir por el mundo sin sentarse en una de las exquisitas sillas de esta firma. Los muebles de Andreu World están en aeropuertos, como el de Viena, en los restaurantes Aria de Sidney, el Trig's de Minneapolis o el Myth de San Francisco. Incluso en el hipódromo de París, en las residencias de Playa Mar de Acapulco, en el hotel Nordic Light de Estocolmo o en el Manchester City Stadium. Sus clientes se esparcen por setenta países. Europa es el principal destino de sus productos, y luego los Estados Unidos pero también en Australia y Japón.
La empresa nació en 1955 en Alaquàs, de la mano de Francisco Andreu, un ebanista con mucho olfato que en esos años ya se iba en coche a recorrer las ferias por Europa. Una de sus frases es que hay que encontrar esencias en cada una de las sillas. "En el fondo", relata Llinares, "Francisco siempre ha tenido una apreciación por lo que era distinto. Su inquietud es que las sillas tienen que tener una personalidad, tienen que tener alma, algo que las haga diferentes y especiales".
Con el tiempo, el empresario se dejó asesorar en lo que no sabía y dio el salto de la ebanistería de Curvados Andreu a la empresa innovadora de referencia. Había una necesidad de sobrevivir y crecer. "La filosofía de la empresa de verlo todo con humildad fue muy importante porque eso hace que seas más receptivo a sugerencias", comenta Llinares. La empresa vio que en Cataluña el diseño estaba floreciendo, se vinculó al movimiento y descubrió el filón. "Con buen diseño se puede ser competitivo", subraya el director general. Sin embargo, cuando Andreu World apostó por el diseño fue una travesía en el desierto porque tenían unos clientes distintos. "Empezamos con mucha humildad, pero con mucha ilusión. Había una oportunidad de hacer cosas distintas. Hubo que buscar las redes, los clientes... Fueron años duros", recuerda Llinares.
Pero contrataron a los diseñadores Josep Lluscà, Jorge Pensi, Frank Ghery, Gabriel Teixidó, Javier Mariscal, el trío Lievore, Altherr y Molina, Nancy Robbins... Y la empresa adquirió una posición más interesante. Ocurrió una sugestiva simbiosis entre los diseñadores y la empresa que se tradujo en importantes logros. La silla Andrea de Lluscà consiguió un éxito remarcable. A ésta se unieron la Manila, la Zarina, la Smile, conquistando incluso países del norte de Europa que son referentes en la madera.
Una de las que han despertado un gran interés es la silla de haya que Andreu World hizo para el que el Papa se sentara durante la celebración del Encuentro Mundial de las Familias celebrado en Valencia. Fue un encargo del arquitecto que realizó el altar. "Se trataba de una pieza única para la Diócesis de Valencia con la que no se podía hacer negocio", revela Llinares. Al día siguiente de entregarla la empresa recibió una llamada desde Barcelona interesada en adquirir la silla por 30.000 euros. Y si no podía ser, pues réplicas. Pero no podía ser.
Andreu World dispone de 60 colecciones de sillas, y cada una de ellas tiene distintos modelos de piezas. La firma incluso llega a personalizarlas si el cliente lo exige, con lo que, según Llinares, "las posibilidades son infinitas". La última vez que se contaron las referencias alcanzaron 2.850.000 variables posibles, pero ahora son infinitas.
La producción de Andreu World está en torno a 140.000 sillas anuales en distintas colecciones y factura en torno a los 20 millones de euros. Este año hay cinco colecciones en marcha en las que trabajan diseñadores como Patricia Urquiola, una asturiana que está triunfando en Italia, el catalán Antoni Arola o la americana Nancy Robbins, que ya hizo para la empresa el sillón Tokyo.
Llinares sostiene que las sillas hay que probarlas siempre. El confort es clave. En Europa prima más la estética, pero en el mercado americano prima lo pragmático. Prefiere el confort y la resistencia a la estética. La empresa valenciana ha alcanzado un equilibrio entre el confort, la resistencia y la estética. Para ello, en el proceso de creación de una silla, desde el diseño al acabado, intervienen centenares de personas.
Una de las premisas básicas de la firma es que el sistema no sea muy jerárquico y que todos presenten iniciativas en los proyectos. Y uno de los instrumentos para mantener la posición de la empresa es la autocrítica constructiva. Cada vez que hay un producto nuevo se somete al método. "Entonces, siempre sabemos en qué estamos fallando y eso nos hacer ver qué tenemos que ir puliendo. El estímulo es superarnos y hacer las cosas bien. Siempre tenemos un punto de insatisfacción".
El otro aspecto que ha destacado el Premio Nacional de Diseño se deriva del concurso de diseño para jóvenes impulsado por Andreu World. El premio en principio iba dirigido a jóvenes y estudiantes. El objetivo era doble. Conocer a posibles nuevos colaboradores que podían trabajar para la empresa y hacerles conocer la empresa como marca. Ahora participan unas 1.500 personas de varios países.
Los premios son muy gratificantes, pero también obligan. Llinares lo tiene claro. Éste es uno de los puntos de la reunión que celebrarán mañana: "Nos gustaría que esto fuera un punto de partida de mejora. Verse reflejado en ese premio obliga a mejorar, a pulir cosas en cuanto a formas de trabajo interno y queremos que se traduzca hacia fuera en temas concretos".
Sillas valencianas por el mundo
- Los clientes de la empresa se esparcen por setenta países. Europa es el principal destino de su producción, seguido de los Estados Unidos.
- Andreu World fabrica 140.000 sillas anuales y factura en torno a los 20 millones de euros.
- Su catálogo es de 60 colecciones con distintos modelos.
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