Israel rechaza una tregua de Hamás y anuncia más asentamientos judíos
Olmert afirma que seguirán "las operaciones contra los terroristas"
El primer ministro israelí, Ehud Olmert, ha declarado que las Fuerzas Armadas de su país están en guerra con las milicias palestinas de la franja de Gaza, y rechazó ayer de plano una propuesta del líder islamista Ismail Haniya, de Hamás, para negociar una tregua. Ese no rotundo apunta a varios objetivos, no sólo a poner de rodillas a los integristas.
El depuesto primer ministro Haniya, que gobierna Gaza desde hace medio año, cuando los milicianos de Hamás le arrebataron el poder al presidente palestino, Mahmud Abbas, ofreció la tregua después de varios reveses sufridos por los milicianos, veinte de los cuales, entre estos el jefe de la Yihad Islámica, murieron la semana pasada en ataques de la aviación y del Ejército israelí.
"Las operaciones contra los grupos terroristas continuarán como en los últimos meses para reducir al mínimo sus ataques con cohetes Kassam contra Israel. Lo que está ocurriendo en Gaza es realmente una guerra entre el sahal (Fuerzas Armadas de Israel) y los terroristas", afirmó el primer ministro Olmert ayer durante la reunión semanal del Gabinete Nacional. Otro de sus objetivos es rescatar al soldado Guilad Shalit, apresado hace un año y medio por comandos de Hamás y cautivo en algún sótano de Gaza.
Abbas, líder de los nacionalistas y de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), y de Al Fatah, incapaz de recuperar el control de Gaza, puede ser uno de los beneficiarios de la campaña militar de Israel contra sus amargos rivales de Hamás y la Yihad Islámica, hermanados ideológicamente.
El interés de Abbas, visto por los islamistas como un "vendepatria al servicio de Israel y Estados Unidos", está directamente vinculado con su principal objetivo estratégico: recuperar la franja de Gaza con vistas a la creación del Estado palestino en ese territorio y en Cisjordania, donde tiene su sede.
Las negociaciones con Israel para establecer ese Estado quedaron ensombrecidas ayer por la difusión de planes para la ampliación de dos asentamientos judíos de Cisjordania ocupada, Maalé HaJamishá y Har Jomá, con 740 nuevos apartamentos, lo que va en contra del espíritu de la reciente Conferencia de Paz de Annapolis, en Maryland, Estados Unidos.
Los milicianos, en sus trece, dispararon hasta la fecha más de 800 de sus cohetes Kassam y proyectiles de morteros contra unas 40 localidades vecinas del sur de Israel. Se trata de armas primitivas e imprecisas, pero unos 190.000 israelíes se sienten con la espada de Damocles encima: no pueden disimular el temor de que alguno caiga en su casa, en una escuela o una fábrica, y exigen a Olmert que invada Gaza y "termine con los terroristas".
El Ejército israelí, impotente para impedir esos ataques, y tampoco dispuesto a encarar una invasión de gran escala a Gaza -que se cobraría un número imprevisible de víctimas- tiene orden de intensificar las operaciones en tanto sus habitantes están aislados y sometidos a sanciones económicas por Israel.
"Esta guerra", señaló Olmert a sus ministros, "seguirá para reducir al mínimo los ataques palestinos, cuidándonos de no causar una crisis humanitaria" entre el millón y medio de habitantes en los 330 kilómetros cuadrados de la franja de Gaza.
Con todo, cuatro ministros llamaron al jefe del Gobierno a considerar una tregua con ciertas condiciones, que también aplacaría la incertidumbre de los civiles israelíes, a lo que el ministro de Defensa, Ehud Barak, replicó: "Si dejaran de atacar, nosotros podemos hacer otro tanto", sin negociar con "una organización terrorista".
No obstante el no de Olmert a Haniya -un tímido moderado entre radicales- hay aún una posibilidad de diálogo: que Hamas cambie de piel, renuncie a la lucha armada y reconozca al Estado hebreo. Hace menos de diez días, en el vigésimo aniversario de su fundación, 300.000 militantes y simpatizantes, junto con Haniya, proclamaron al flamear de las banderas verdes del Islam: "¡nunca reconoceremos al Estado de Israel!".
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