Aeropuerto
- Bassas negó tres veces. Antoni Bassas, locutor, predica los días laborables en Catalunya Ràdio. El miércoles habló del túnel del AVE. Dijo que pasaba "bajo" la Sagrada Familia. En realidad pasará al lado, como lo hacen dos líneas de metro. Tres veces negó Bassas la realidad. Como Pedro a su maestro, y eso que ya había llegado el amanecer.
- Obreros sin aperitivo. El presidente de Ferrocarrils de la Generalitat, el socialista Joan Torres, ha suprimido el aperitivo que la empresa ofrecía a los obreros por Navidad. No suprimió, en cambio, el del comité de dirección. Además, sus miembros, que se han quedado sin plan de pensiones, recibieron un regalito: unas monedas antiguas. Con ello, Torres contribuye a que los obreros hagan dieta. Los directivos, que son más ricos, ya van al gimnasio.
- Guardans y los zapatos. Aeropuerto: lugar donde uno entra ciudadano y se convierte en vasallo. Pierde de golpe todo derecho. Cualquier mindundi uniformado hace que su voluntad sea ley. Le ocurrió al eurodiputado Ignasi Guardans, obligado a descalzarse en el detector de metales. Será que los de seguridad no distinguen entre cuero, caucho y un simple metal. Uno de los obligantes era guardia civil ¿No les enseñan a distinguir los materiales en la academia?
- Más aeropuertos. Un viajero explica en una emisora los problemas que tuvo para pasar al avión. Su ordenador llevaba un cable y con él "podía estrangular a alguien", le explicaron. ¡Viva la clarividencia! El próximo paso es prohibir que pasen los forzudos. Ya está asumido el absurdo que supone que quiten al pasajero una navajita y luego, si va en primera, le den un cuchillo de metal. Los responsables de la seguridad deben de pensar que los terroristas sólo viajan en turista.
- La foto que no fue. En Barcelona hubo una manifestación "por el derecho a decidir". A ella fue el ex presidente Jordi Pujol. Desde el séquito de Pujol se llamó a uno de los escoltas del también ex presidente Pasqual Maragall -que participaba en la marcha- para decirle que el líder convergente le había guardado un sitio junto a él. Se trataba de forzar una fotografía anti-Montilla. Maragall no picó.
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