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Columna
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Dejen en paz a los himnos

Desde hace dos días Madrid se está partiendo de risa con la letra que intentan imponer la Sociedad General de Autores y el Comité Olímpico Español al himno nacional. Hay consenso en la opinión pública: es un engendro, un maridaje sonrojante entre lo friki y lo hortera para representar oficialmente a una nación variopinta de pasado pluscuamperfecto. El futuro no nos perdonará si permitimos que tamaño dislate se institucionalice y haya que aguantarlo cada vez que ganemos medallas o juguemos a lo que sea contra algún extranjero. Las carcajadas de Madrid son una broma comparadas con las que están desternillando a los catalanes, a los vascos o a cualquier espíritu con sentido del rubor. Vaya usted a saber lo que opinan en Melilla al respecto.

Asuntos de este calibre alegran bastante las conversaciones a la hora del aperitivo (por la tarde llegan los espesos de medianoche). Madrid está plagado de ciudadanos de ambos sexos que parecen salidos del Club de la Comedia y desarrollan sus habilidades en las tascas de barrio cuando hay carnaza dialéctica, como es el caso. En dos días he escuchado letras alternativas que volverían cuerda a Juana la Loca. Un señor algo mayor, elegante, estoico y muy correcto dice: "Propongo que dejen en paz al himno. Está muy bien sin letra y cada cual piensa lo que quiere. No hay que alborotar el gallinero nacional por tonterías. Propongo que los deportistas utilicen para sus eventos Y viva España, de Manolo Escobar, cuya letra es bastante más lúcida que ésta que nos pretenden colar".

Los presentes felicitan al señor algo mayor por sus propuestas. Y él concluye: "El himno oficial de Madrid tiene una letra que todo dios ignora y una música que todo el mundo desconoce. Propongo que, imitando a los asturianos, elevemos a los altares al chotis Madrid, pero en plan pasodoble. Inténtenlo ustedes". Efectivamente, tras breve ensayo, hicimos la prueba con resultados muy satisfactorios. Se despidió así: "Todos los himnos son fuente de risas".

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