Candidatos de izquierda
Como es sabido, la conocida ley de Murphy alecciona que si algo puede salir mal, saldrá mal. En punto a cuanto está aconteciendo en el universo doméstico valenciano de la izquierda más fetén la mentada ley se cumple con creces: todo va de mal en peor hasta la victoria final, que puede coincidir con la marginalidad social e institucional de esta opción política. Las ballenas también se suicidan. Pero de momento, lo más grave es que el proceso resulta extremadamente confuso y escandaloso para buena parte de los profesos en una u otra de las banderías que la desgarran, y no digamos para los votantes proclives. Cisma irreversible, dobles candidaturas para las generales de marzo, pleitos, pactos fútiles de puro ambiguos, reverberación de viejos agravios y, en definitiva, colisión entre la facción y siglas -el PC, para no andarnos por las ramas- amortizadas de EU que se resisten a desaparecer y la plataforma que pugna por reagruparse en torno a Iniciativa a fin de salvar los trastos remozando su discurso, estrategia y programa.
No ha de extrañarnos que el conflicto esté en un tris de llevarse por delante las posibilidades Isaura Navarro, la candidata mejor acreditada por su excelente labor parlamentaria, en realidad la única capaz de revalidar su elección, decisiva para conformar el grupo parlamentario de IU en el Congreso. Ella será la propuesta de la coalición Bloc Nacionalista-Iniciativa, que bien puede sumar las siglas de EU o prescindir de ellas, pues tal como está de fragmentado el panorama por estos pagos constituyen un sarcasmo más que una credencial: ¿de qué unidad hablamos? Todo lo cual, aun reducido a sus trazos esenciales, describe un escenario complejo, crispado y nada persuasivo para el elector de izquierda, precisamente el más necesario en este trance histórico calificado por la deriva conservadora del PP -más que de la sociedad en su conjunto-, y sobre todo de la facción integrista de los prelados de la crispación y asimilados con su retórica belicosa al modo del cardenal Agustín García-Gasco, nuestro pastor.
El PSPV, por otra parte, ya ha efectuado el test de aceptación y en su seno no se disimula el júbilo por las buenas sensaciones que suscitan las comparecencias de los cabezas de lista, particularmente de Maria Teresa Fernández de la Vega y el ministro Bernat Soria. La vicepresidenta ha dejado la impronta de su temperamento y se beneficia del prestigio con que le inviste su gestión de gobierno. Es previsible, además, que en el curso de la campaña aborde asuntos más ceñidos a la realidad del país, se sacuda esa impronta de viajera de fin de semana y no eluda fajarse con la derecha indígena, agreste y confiada por la falta de réplicas durante tan largo tiempo. A mayor abundamiento y por fortuna para ella su contrapunto en el PP será el ex tantas cosas Esteban González Pons, que fue un lobezno en la Alianza Popular de Fraga Iribarne, ha vestido después todas las indumentarias del ropero liberal y está por demostrar su eficiencia, incluso coherencia, al frente de una responsabilidad política de las muchas que su partido le ha adjudicado. Esta candidatura es una sutil despedida y un viático a Madrid. Que le vaya bonito.
Pero posiblemente y hasta ahora, la gran revelación del circo electoral ha sido el titular de Sanidad, el investigador Bernat Soria, natural de Carlet, festero de la escuadra Els Tigres de la filà Els Moros, de Onil, a quien un petimetre capitalino calificó de "andaluz que habla catalán". Pero no vamos a perder un minuto en subrayar una obviedad, cual es la valencianía de este futuro diputado que ha exhibido una singular capacidad de comunicación ejercitando únicamente la naturalidad coloquial propia del país, salpimentada de ironía, lo que ya es más novedoso. Su antagonista en la circunscripción alicantina es el cartaginense popular Federico Trillo, ex ministro de Defensa que gestionó la aguerrida ocupación del peñón de Perejil y también aquel espantoso disparate logístico, el Yakolev 42, que se saldó con 62 militares muertos. Se necesitan toneladas de coraje o de inconsciencia para no sentirse sepultado por el sainete o la tragedia de tal tránsito por la vida pública.
Y queda Jordi Sevilla, el socialista que ha de vérselas con la circunscripción de Castellón. No le faltan tablas ni retórica, pero necesitará algo más para seducir a esa apacible y complacida clientela sintonizada en el dial del conformismo.
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