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La obra cumbre de Arniches renace bajo una nueva mirada

'La señorita de Trevélez' llega al Amaya

Hace ahora tres años que una serie de expertos, estudiosos, académicos y críticos fueron consultados por una publicación especializada sobre cuáles eran las mejores 10 obras de teatro del siglo XX. La señorita de Trevélez, de Carlos Arniches, ocupó un lugar entre ellas, junto a otros textos de Valle-Inclán, García Lorca, Mihura, Buero Vellejo, Jardiel Poncela y Alfonso Sastre.

Si alguien tiene interés en comprobar los valores de esta pieza que tanto defendieron los de la generación del 27, puede hacerlo ahora que la ha tomado en sus manos un joven y, a la vez, veterano director, Mariano de Paco Serrano, quien acostumbra a realizar solventes montajes, tanto con clásicos como con rabiosamente contemporáneos. El director entra en el teatro comercial con este montaje que se estrena hoy en el teatro Amaya. Una producción del también actor Tomás Gayo, que comparte reparto con Ana Marzoa, Luis Fernando Alvés, Mundo Prieto, Julio Escalada, Paco Abellán y Geli Albaladejo, entre otros. Todos ellos cuentan la desternillante y al tiempo cruenta historia de la burla sufrida por dos hermanos solteros, Gonzalo y Florita, a manos de unos provincianos sin escrúpulos.

Se trata de una pieza que, con su perfecta carpintería teatral, estructura dramatúrgica y rico y luminoso lenguaje, se convierte en uno de los textos más efectistas del teatro español, del que encontramos influencias en obras posteriores, como la obra teatral Doña Rosita la Soltera, de García Lorca, la película Calle Mayor, de Juan Antonio Bardem, o incluso las diversas versiones, españolas o no, de Bea la fea.

Gayo ha querido llevarla a escena de nuevo para celebrar los 20 años de existencia de su productora, con la obra con la que debutó hace tres décadas junto a Irene Gutiérrez Caba y Antonio Garisa. "No hay nada más moderno que volver a lo antiguo, la tragicomedia grotesca expresa la participación de Arniches en el dolor por la injusticia y en el dolor por España", comenta Gayo, que sostiene que la tragicomedia y esta obra "es una feroz protesta contra la violencia de género, la discriminación de la mujer, los caciques, los chulos, los señoritos prepotentes, los mandones cerriles, los crueles, los vagos, los injustos, los falsos patriotas". El actor y productor recuerda cómo Valle-Inclán redescubrió el lenguaje de Arniches con esta obra, hacia la que puede haber ciertas reticencias por aquello de que se la haya podido identificar con la caspa teatral del posfranquismo.

Mariano de Paco defiende a ultranza el texto: "Su construcción es perfecta; he aprovechado lo bueno de la obra, que es mucho, y el trabajo de estos fantásticos actores. El texto sobrepasa las barreras temporales, se acerca al ciudadano de 1916 [año en que se escribió] y al de hoy, a través de esos personajes ridículos que te sitúan en un punto que si traspasas te puede llevar al estereotipo o a la caricatura, por lo que hay que estar muy pendiente para no caer en ello", señala el director, que ha situado la pieza en los años veinte del siglo pasado.

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