La dieta sueca
Cuando atacó la segunda canción, el cantante de The Hives ya había saltado hacia el público para cantar entre cientos de brazos. En la tercera, corrió a un lateral del escenario, trepó por los altavoces y acabó pisoteando una de las barras del local. La gente consumía sus minis (a 9,50 euros) y le tocaba sus relucientes zapatos blancos.
Pelle Almqvist, que así se llama el hombre, es un tipo que se comporta como si se hubiese zampado un saco de anfetaminas en el camerino. Sale al escenario pegando botes, zarandeando el micrófono, exhibiendo movimientos espasmódicos, contorsionándose.
La primera vez que The Hives tocaron en Madrid fue en 1997, en la extinta sala Ktedral, por Manuel Becerra. Espectadores: seis. No es broma. Era un cartel de bandas suecas y ellos abrían el programa. Desde entonces han actuado aquí regularmente, y las cosas han cambiado mucho.
The Hives
Pelle Almqvist (voz), Nicholaus Arson y Vigilante Carlstroem (guitarras), Dr. Matt Destruction (bajo) y Chris Dangerous (batería). Sala La Riviera. 25 euros. Madrid. Martes 8 de abril. Entradas agotadas (2.500 personas).
Repasaron sus cuatro álbumes de garaje y 'rock and roll'. Una gozada
Anoche, en la sala La Riviera, junto a la M-30, estaban agotadas las entradas: 2.500 espectadores, la mayoría de un aspecto muy festivalero. Existen varios motivos por los que en Suecia pegas una patada a un bote y ahí te encuentras, agazapados, a una docena de grupos ensayando rock and roll. Veamos.
Por esas tierras tan frías a los críos les informan en la escuela de quién es Elvis y los Beatles. Cuando aprenden a tocar, el gobierno subvenciona instrumentos y locales de ensayo. Luego está, claro, el asunto del clima. Allí, a las tres de la tarde anochece, la temperatura es gélida y todo invita a encerrarse en casa a pegar guitarrazos. Si lo comparamos con España, nos golean. The Hives se han criado en ese ambiente. Y así les va, de maravilla.
Anoche repasaron sus cuatro álbumes de garaje y rock and roll y fue una gozada. Entre tanto grupo con actitud "quietista", es un placer ver a una banda que se toma la profesión como un espectáculo. The Hives comparecen con su indumentaria elegante, traje y corbata, todo en blanco y negro, y plantean un concierto de diversión total.
"¡No hay silencio en un espectáculo de The Hives!", aulló el vocalista, que se pasó todo el concierto hablando en español. Sufrió algún traspiés lingüístico ("soy un idioto fabuloso", dijo), pero el público le agradeció el esfuerzo.
La cosa no es como la pinta Courtney Love, que dijo que The Hives eran mejores que Nirvana, pero no te encontrarás a alguien que vaya a un concierto de esta banda y diga que se ha aburrido.
Al final todo el mundo se marchó empapado en sudor. La dieta sueca funciona.
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