Frente al calentamiento global
Tenemos un reto en buscar maneras de limitar los impactos del calentamiento global a través de actividades de adaptación en un mundo cada vez más caluroso. En Europa contamos con una economía estable, acceso a tecnología y saber-hacer y, por tanto, recursos para protegernos hacia los cambios que vendrán. En Holanda, por ejemplo, se están desarrollando casas que flotan y por tanto se ajustan al nivel del mar, y están invirtiendo enormes cantidades en la construcción de nuevos diques para protegerse contra la subida del nivel del mar.
El gran desafío está en extender esta protección hacia los países más pobres y vulnerables; el Cuarto Mundo. Estos países tienen una alta dependencia de la agricultura de subsistencia, un factor que los hace aún más vulnerables ante los cambios en los padrones del clima. Un informe de la ONG Oxfam llegó a la conclusión que la adaptación para los países en vías de desarrollo (diques, sistemas de regadío, etcétera) costará alrededor de 50.000 millones de dólares (31.820 millones de euros) al año. Su coste debería estar repartido entre los países desarrollados que tienen una responsabilidad tanto histórica como presente por la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera durante los últimos 150 años; la Unión Europea, EE UU, Japón, Canadá y Australia.
El Banco Mundial, en línea con sus políticas de "ayudas al desarrollo", ha elaborado un programa de créditos para facilitar que los países más pobres consigan financiación para proyectos de adaptación al cambio climático, algo que francamente es una política que podríamos comparar con la de tener un camión, estrellar a un peatón y luego ofrecerle un crédito para su hospitalización. ¿Dónde está la moral y la responsabilidad en la solución que propone el Banco Mundial.
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