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Análisis:ANÁLISIS | Contador reivindica el ciclismo
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Peligroso y escaso

Ahora sí. Ya puede Contador respirar tranquilo. Respirar, dormir, volver con tranquilidad a la playa de la que salió (y de la que nunca debió salir, según Riccò) y cargar de nuevo las pilas para objetivos futuros. ¿Los Juegos, la Vuelta, el Mundial? Allá él, se ha merecido todo el tiempo que necesite para pensarlo. Y la libertad para decidir. ¿O repetir en el Tour? Ya podría ser, pero resulta que aquí estoy hablando de deporte, no de política. Ya de paso, que surta de nuevo de balas al cargador de su revólver, que con tanto disparo que lleva en este año debe de andar ya cerca de estar agotado.

Contador es un tipo peligroso, y no lo digo porque va por ahí armado y dispara de vez en cuando a diestro y siniestro. El peligro no viaja en su bolsillo, sino en sus piernas. Pocos soportan esa aceleración brutal que tiene en subida. Ese cambio de ritmo letal en el que su cuerpo se retuerce sobre los pedales como si fuese de goma. Esa arrancada con copyright que curiosamente no hemos visto en este Giro porque las circunstancias mandan y este año no tocaba correr al ataque. Hemos visto a un Contador atípico, pero igualmente efectivo. Se le ha visto sufriendo, pero siempre entero y decidido. Y se ha podido apreciar también que está en plena maduración; con una cartera que comienza a llenarse de recursos.

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Tras la sorpresa inicial de la invitación del Astana, vino al Giro -según su compañero Toni Colom, el mismo que coronó el sábado el Mortirolo en primer lugar- a tomar capuchinos. Iba a escribir que le aprovechen, pero ya hemos visto qué bien que le han aprovechado. Fue una forma de quitarse presión y de excusarse ante lo que pudo pasar y no pasó: un día de crisis en la primera semana de carrera. No hay que olvidar que Alberto llevaba un año en el que había hecho de la victoria un hábito. Había dejado su marca allí por donde había pasado. Un hecho tan habitual en su vida como ponerse un dorsal había pasado a convertirse en una necesidad de revindicarse. Y eso agota.

Pero a partir de la contrarreloj de Urbino se metió en la carrera y ahí empezaron a fruncir el ceño todos los que se sorprendieron con su participación. Cuidado, que está aquí para ganar, me dijeron a mí unos cuantos. Y acertaron. Vino a ganar -aunque quizá ni siquiera él creía en sí mismo- y ha ganado. Enhorabuena, Alberto; me alegro por ti. Más incluso que en el pasado julio, por todo lo que acompañó a aquel triste Tour de 2007. Disfruta de todo esto, que es algo muy grande, y miedo me das, que te estás empezando a convertir en ese tipo de personas tan escasas: las que realmente consiguen todo lo que se proponen.

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