Ni conservantes ni colorantes
En las últimas semanas he asistido con interés al debate ante los medios de Santi Santamaria y su declaración de buenas intenciones: "Todo lo he escrito y lo he dicho para mejorar las cosas, no para empeorarlas" (Fogones en pie de guerra, EL PAÍS, 27 de mayo). En principio, no pongo en duda las buenas intenciones de Santamaria, pero sí dudo de que sembrar confusión y crear alarma social entre los consumidores sea el camino más adecuado para mejorar las cosas.
Por motivos de salud, padezco de sensibilidad química múltiple, el 100% de los productos que consumo son ecológicos y además son examinados con rigor antes de ser consumidos. A pesar de todo, no estoy libre de sufrir alguna crisis de intolerancia alimenticia, de vez en cuando, por efecto de la química. Por consiguiente, doy fe de que los químicos están en todas partes; en el agua que se bebe, potable o envasada, y también en los productos que utiliza Santamaria para elaborar algunas de sus recetas, lácteos, charcutería y ¿qué es la levadura en polvo que usa en la elaboración de los buñuelos de morcilla?
¿Realmente sólo le preocupa proteger la salud del consumidor de élite, que, por otra parte, es sólo un consumidor ocasional y no del día a día, y por tanto con riesgos de los aditivos despreciable, o más bien trata de ocultarnos con rasgos altruistas sus intereses particulares? Como autor de libros de cocina y como comercializador de productos, tal vez subyace un mensaje subliminal de publicidad "sin conservantes ni colorantes" para atraer a posibles consumidores hacia su producción propia.
Un punto de reflexión: la vida de los seres vivos, como la cocina, es una constante reacción físico-química; y un humilde consejo: siga haciendo buena cocina natural, que es lo suyo, y dejemos a sus colegas de oficio que actúen libremente. Ellos también, como usted, utilizan productos de primer orden y, además, como se ha demostrado, no están actuando al margen de la ley. Que los consumidores elijan...
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