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El paseo de las Harleys

Más de 10.000 motoristas subidos en sus harleys-davidson desfilaron ayer por la mañana por las calles de Barcelona durante una hora. Unas 300.000 personas, según la organización, contemplaron a estos motoristas que habían llegado de países tan diversos como Arabia Saudí, Suráfrica, Nueva Zelanda, Estados Unidos o Islandia.

Era la cita popular de un fin de semana dedicada a celebrar el 105 aniversario de las harleys.

El aniversario de la marca llena Barcelona de 'Harleys'

Barcelona ha sido por unos días la capital de las míticas motos Harley-Davidson. La mayoría de personas que el fin de semana se pasearon por el recinto ferial son ciudadanos de a pie, aunque muchos fueron en moto. Además de las habituales, se han visto matrículas italianas, alemanas, francesas, holandesas, inglesas y también de algunos países del este europeo que no resulta sencillo identificar. Tantas motos, a todas horas y por todas partes, y el sonido poderoso que emite el bicilíndrico americano, estimulan la curiosidad de los barceloneses, ya de por sí receptivos a todo lo que tenga ruedas. Cuando en mayo se inauguró el Salón de la Moto, algunos se preguntaron por qué no estaba Harley-Davidson. Los responsables de la marca en España lo tenían claro: su producto no necesita compartir protagonismo con nadie porque le sobra carisma. Por eso, HD, que como algunas de las grandes marcas (VW, IBM) presume de siglas, ha convertido la ciudad en escenario de su propio salón.Lo del 105º aniversario ha sido una excusa como cualquier otra para volver a llenar Barcelona de motos. Hace cinco años, la masiva respuesta ciudadana a los fastos del centenario dejó pasmada a la dirección de la marca, empezando por el propio Willie G. Davidson. Se trata de una enorme operación comercial, sin ninguna duda, pero en torno a un producto que se publicita por sí solo y con la aquiescencia tácita de un público previamente ganado para la causa.

Todo estaba previsto: animación infantil, con payasos, talleres de pintura, maquillaje y tatuajes, para que la visita no devengara en drama familiar, pero justamente son los niños quienes menos interesados parecen en esas actividades.

Unas las frases más oídas era "¡mira, papá!", seguida de cerca por "¿puedo?". Tal vez por eso el concurso de motos personalizadas que muestra joyas del arte custom, auténticos prodigios de creatividad (e incluso una rara creación artesanal con motor Renault Ventoux 4 cilindros) no concita la misma atención entre los visitantes neófitos que la carpa donde se exhibían los modelos de la actual gama HD sin ningún tipo de barreras. Si aquéllas son, por su condición de piezas únicas, objetos de adoración, de mírame y no me toques, ahí la divisa es justamente lo contrario.

Por eso, a la jubilada que, entre risas, se encarama a una Dyna Glide, a la niña que sonríe sobre una enorme V-Rod, a las dos adolescentes que se toman fotos junto a una Buell superdeportiva, les da lo mismo Harley-Davidson que Coca-Cola que Toys'r Us. Para ellas esto es como Port Aventura. El producto excede su propia naturaleza y deviene en espectáculo participativo: hay que tocarlo, sentirlo, palparlo para gozar.

Ésta podría ser una de las razones del éxito de la fiesta Harley Days, cuyo punto culminante llegó ayer por la mañana con el desfile de los participantes por las calles de la ciudad siguiendo la ruta Gran Via-Marina-frente marítimo-subida a Montjuïc y vuelta al recinto.

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