"Yo ya he triunfado"
Jura que es fiel, aunque ahora Verónica Forqué dirige una obra de teatro con un título sospechoso: Adulterios. La estrena el 1 de agosto en Avilés. Luego, María Barranco y Miriam Díaz Aroca, sus protagonistas, siguen de bolos con esta comedia ácida de Woody Allen. Asegura también que no levanta la voz en los ensayos. Le ayuda su dominio de la mente. Muestra otros sanos poderes: la capacidad de sentirse de vuelta de todo.
Pregunta. ¿Busca dirigiendo detrás del escenario lo que no encuentra delante?
Respuesta. Son dos mundos distintos. Dirigir es otra vocación, otra experiencia. Me resulta estimulante y divertido, aunque hay que tener mucha paciencia.
P. ¿Con los actores? ¿No será usted de esas directoras que consideran ganado al intérprete?
R. Detesto eso. Un actor no funciona a gritos. Necesita disciplina, pero no maltrato. Nuestro trabajo se desarrolla entre la alegría y el caos y de ahí hay que sacar algo.
P. Daría oro por verla a usted por una rendijita, con esa voz tan fina, a grito pelao. Alguno se le escapará.
R. Yo no grito, pero tengo carácter. Puedo ponerme muy firme sin gritar.
P. Vive desde hace casi 30 años con Manuel Iborra. Dirige una función sobre el adulterio. No me casa bien.
R. No me extraña. No hemos firmado nada. Vivimos juntos sin estar casados. Y soy la persona más fiel y leal del mundo. Tengo la misma pareja, el mismo representante y el mismo maestro de meditación desde hace años.
P. ¿Y por qué no hace un cambio de papeles? Que su pareja le represente, se casa con su maestro y convierte al agente en su amante.
R. Mi agente tiene 75 años y mi maestro es célibe.
P. ¿No le vendría bien un poco de experiencia? Después de esta entrevista, ¿por qué no nos fugamos usted y yo?
R. A cenar...
P. O lo que sea...
R. Quién sabe... El hecho de que sea fiel no quiere decir que no conozca el adulterio.
P. Ahora me he perdido.
R. Hasta que conocí a Manolo, a los 26 años, había vivido ya de todo.
P. Pues cuénteme lo que nunca ha confesado a nadie, ahora que no nos oyen.
R. He sido muy aventurera y osada. Sabía lo que quería.
P. ¿Y ahora? ¿No ha entrado en crisis por algo? Por cierto, ¿cuántos años tiene?
R. 52. Con la edad, no es el momento más fácil. Envejecer no gusta a nadie. Pero hay que aceptarlo. Además, yo no me he tocado nada.
P. Ya se nota. Le sientan las arrugas estupendamente.
R. Una amiga quiso arrastrarme una vez, pero me negué. Con estar alegre y dar amor, me conformo.
P. Me cuentan que es usted muy esotérica.
R. Si lo de ser esotérica es que hago meditación, pues sí. ¿Usted no hace, verdad? Le vendría muy bien.
P. ¿Cómo empiezo?
R. Hay que sentarse sobre el suelo, con la espalda recta, cruzar las piernas, respirar y prestar atención al aire. Yo, de joven, fumaba porros, pero cuando probé ésto me di cuenta de que era lo mismo pero más sano y más barato. En esta sociedad, además, que nos obsesiona el triunfo.
P. No me diga que usted no quiere triunfar.
R. Yo ya he triunfado. He tenido esa suerte.
P. Eso desata la envidia. Tenga cuidado.
R. Es muy humano, yo también la he sentido.
P. ¿Cuándo?
R. Cuando quise tener hijos y no había forma. Me daban una envidia terrible mis amigas. Lo intentamos cuatro años hasta que llegó mi hija. Y lo peor es que no se podía hacer nada.
P. Bueno, eso de que no se podía hacer nada, lo dudo.
R. Hombre, sí, tenía al pobre Manolo frito. Pero él, encantado, eh.
P. La envidia llega con el ego torcido. ¿De ego cómo va?
R. El ego y la vanidad son malos para el actor. Pero los tenemos. Me encanta lo que una vez me dijo Julieta Serrano: "Yo, el ego, hace tiempo que lo tengo metido en lejía".
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