Inmobiliarios en casas de empeño
Promotores de pisos recurren a los montes de piedad para salir de apuros
La crisis no perdona a nadie. Ni siquiera a quienes no hace mucho vivían una época dorada gracias al boom de la construcción. Pero las alegrías se han acabado, los bancos fijan unas condiciones severas para conceder hipotecas, los pisos no se venden, el dinero no corre y pequeños promotores inmobiliarios acaban con el agua al cuello. La situación es tan extrema que algunos han acabado en las casas de empeño, con los diamantes de la abuela o un reloj de brillantes. El oro cotiza al alza y las salas de espera de los montes de piedad están llenas de gente donde se confunden en silencio amas de casa, parejas con bebés, gitanos, inmigrantes y promotores de vivienda con tanto patrimonio como poco líquido.
"No tengo ni para la suspensión de pagos", asegura una empresaria
"Tenemos 17 pisos y tres solares y aquí estamos con un reloj de oro", dice otro
"Sí, tenemos 300 años de existencia pero estamos de moda. Somos los primeros en notar la crisis", explican en el monte de piedad de La Caixa, en la calle de Rivadeneyra. En la planta baja, se exponen las joyas no recuperadas que acabarán en una subasta y, en el primer piso, hay una sala llena de bancos en el centro y rodeada de ventanillas donde se tasan las joyas. El espacio es tan aséptico como el de una oficina de Hacienda. Un número digital, en rojo, marca el turno. Esta mañana van por el 89. Allí esperan, entre otras personas, una pareja de hermanos promotores inmobiliarios de Barcelona. "Venimos con un reloj de oro por un problema concreto, pero esperamos superarlo en algunos días. Es duro, pero hay que resistir", explica uno de ellos recitando su patrimonio: 17 pisos por vender y tres solares pendientes de que se autorice la vivienda pública. Y añade: "Nuestro patrimonio es de 15 millones y no sirve de nada. ¿Por qué la Administración no ayuda? Y lo peor es que tenemos a 300 familias detrás. Los únicos que se han enriquecido son los vendedores de solares".
Miriam, nombre falso, con una larga melena rubia, se acerca y escucha en silencio. Es su primera visita a un monte y no sabe cómo actuar. Un cartel informa de que los créditos mínimos son de 900 euros o, lo que es lo mismo, 150 gramos en oro en su valor intrínseco. Miriam lleva brillantes y da su pequeña promotora familiar de Lloret por perdida. "Duele venir aquí. Siempre he querido estudiar Imagen y la matrícula cuesta 4.000 euros. No tengo dinero. Ni siquiera para hacer la suspensión de pagos", cuenta mientras comparte su experiencia con los dos hermanos. No ve futuro a su negocio: se ha quedado sin capital y no puede pagar ni su casa. "Les he dicho a los bancos que, si quieren, se lo queden todo".
Los montes, embrión de las cajas de ahorro, están al alza. En el primer semestre de este año, en España se han concedido 134.923 préstamos, el 11,6% más respecto a ese periodo de 2007. El saldo final de 2007 fue de 171 millones y, en el primer semestre de 2008 fue de 188, según la Confederación Española de Cajas de Ahorros (CECA). "Si el porcentaje final es del 15% no me extrañará", dice un empleado de un monte. En La Caixa ahora se cierran 50 operaciones al día; en enero pasado, 30. Los Montes son fiables porque los clientes saben que cumplen: La Caixa cobra una comisión del 7% y concede hasta tres años para recuperar las joyas. Desde 1995, los usuarios pueden pagar el crédito a través de Servicaixa. Todo es anónimo: las subastas se hacen por Internet.
El desfile no cesa en Rivadeneyra. Los gitanos son clientes habituales: no porque no tengan dinero. Es por tradición y siempre rescatan las joyas. Los suramericanos acuden para pagar el pasaje de familiares y ahora acuden cada vez más mujeres de aspecto acomodado. Sonia, de 37 años, aguarda su turno. Lleva en el bolso oro y diamantes por valor de 2.000 euros. "Vivo de rentas. Pero tengo muchos gastos. Me gusta vivir bien", dice. Es habitual en Rivadeneyra: "Hace tres o cuatro años, aquí había un par de personas. Y ahora, mogollón. A final de mes, no se cabe".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.