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La corrupción en Perú fuerza la caída del Gobierno de Alan García

El presidente acepta la renuncia en bloque del Gabinete por el escándalo del 'Petrogate' - Yehude Simon, gobernador provincial, nuevo primer ministro

"Hemos hecho un faenón". Ésta ha sido la frase más comentada por los peruanos la semana pasada. Así se felicitaron por teléfono el 11 de septiembre el abogado Alberto Quimper, director de Perú-Petro, la empresa estatal encargada de promover la inversión en hidrocarburos en el país, y Rómulo León Alegría, ex ministro del primer Gobierno de la centroizquierdista Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA, 1985-1990). El faenón del que hablaban era la obtención de cinco lotes de exploración petrolífera para la empresa noruega Discover Petroleum. Las grabaciones de ésta y otras conversaciones telefónicas, en las que queda claro que, además de conflicto de intereses, hubo sobornos, se dio a conocer el pasado domingo en varios medios de comunicación, y han terminado por tumbar al Gobierno de Jorge del Castillo, que presentó su dimisión en bloque, aceptada el viernes por el jefe del Estado, Alan García.

Los analistas creen que los pagos de las petroleras salpican a esferas más elevadas
García lucha contra el recuerdo de su nefasta gestión entre 1985 y 1990

Para salir del atolladero, García ha encargado rápidamente la formación del nuevo Gobierno a Yehude Simon, quien confirmó ayer la noticia en una emisora de radio. La elección de Simon, un izquierdista independiente muy reconocido por su labor al frente de la región de Lambayeque y por su talante dialogante, parece orientada a generar confianza entre los ciudadanos y a acercarse a los sectores de izquierda y a las regiones que criticaban las políticas del Ejecutivo.

Fernando Rospigliosi, el analista político y ex ministro del Interior que hizo públicas las primeras cuatro grabaciones (se conocen siete), sostiene que el caso no termina allí. "Las referencias en las conversaciones muestran que hay otras personas, de más alto nivel, implicadas", sostiene.

Aunque todavía no se ha podido demostrar la vinculación de esferas más elevadas, el Petrogate ha sacudido con fuerza a un Gobierno que tiene en la lucha contra la corrupción uno de sus peores pasivos. Es el error repetido del primer Ejecutivo aprista que, además de dejar al país sumido en una grave crisis económica, protagonizó varios escándalos. Casos como el tren eléctrico -el proyecto de metro de Lima, que aún no ha concluido- o la compra de aviones Mirage para la Fuerza Aérea se recuerdan ahora como ejemplos de irregularidades nunca aclaradas del todo. "La corrupción se trajo abajo al Gobierno de Alan García entre 1985 y 1990", recordó Lourdes Flores, líder de Unidad Nacional y ex candidata presidencial.

García tiene bien presente esta debilidad y cada tanto se expresa con dureza contra los funcionarios corruptos. A los envueltos en el Petrogate los ha calificado de "ratas", "víboras", "felones" y "fariseos". "Los excesos verbales del presidente tratan de ocultar la lentitud con la que se ha reaccionado ante la denuncia", asegura Rospigliosi.

La impresión general es que el partido del Gobierno es incapaz de controlar la voracidad de sus militantes -tanto Quimper como León Alegría fueron apristas hasta el lunes, cuando fueron expulsados-, y que las iniciativas para controlar la corrupción son ineficaces. Un ejemplo es la Oficina Nacional Anticorrupción, que se creó el año pasado con una prestigiosa ex magistrada a la cabeza, y que recientemente fue desactivada sin que haya dado resultados significativos.

El Petrogate ha generado hasta el momento un solo detenido: Quimper. León Alegría sigue prófugo y se teme que haya logrado escapar al extranjero. Tampoco se encontraron los discos duros de sus ordenadores, donde se presumía que era posible hallar más información comprometedora. Los contratos con Discover Petroleum quedaron en suspenso y se ha planteado la posibilidad de revisar todas las concesiones petroleras recientes.

De momento, el gran perdedor de esta crisis es el Gobierno, con un jefe de Estado cuya popularidad roza el 15% pese a que Perú, incluso en tiempos de turbulencia financiera internacional, vive su mejor momento económico en décadas. El alza de precios y la corrupción son los males por los que se recuerda la nefasta primera Administración de Alan García. El otro es el narcoterrorismo, que reapareció esta semana de mano de Sendero Luminoso con un atentado con 16 muertos.

El presidente peruano, Alan García (derecha), saluda al ex jefe de Gabinete, Jorge del Castillo, tras aceptar la dimisión del Gobierno.
El presidente peruano, Alan García (derecha), saluda al ex jefe de Gabinete, Jorge del Castillo, tras aceptar la dimisión del Gobierno.EFE

El espionaje sigue vivo

Si algún legado ha dejado la presidencia de Alberto Fujimori (1990-2000) y su siniestro asesor Vladimiro Montesinos es la costumbre de practicar el espionaje sistemático. No es la primera vez que se filtran grabaciones de conversaciones telefónicas y que se usan como pruebas en denuncias de corrupción.

"Durante la década pasada fue una práctica habitual desde el poder y, tras la caída del régimen fujimorista, quedó mucha gente entrenada para realizar interceptaciones, por lo que puede decirse que esta práctica se privatizó", señala Fernando Rospigliosi, que también fue jefe del Consejo Nacional de Inteligencia. "Es una práctica repudiable. Pero si las autoridades no hacen su trabajo de investigar la corrupción, resulta que sin las grabaciones terminaríamos por no saber nada", añade.

El jueves, en un breve mensaje a la nación, el entonces presidente del Consejo de Ministros, Jorge del Castillo, denunció la existencia de "una red mafiosa que ha hecho de la interceptación de las comunicaciones una industria organizada y orientada a la persecución política".

Tras la caída del régimen fujimorista, varios equipos muy sofisticados de interceptación telefónica se perdieron y se presume que terminaron en manos privadas, que realizan estos trabajos con fines de espionaje industrial y chantaje político.

En la denuncia que presentó ante la fiscalía, Rospigliosi asevera que recibió las cuatro grabaciones, junto con tres correos electrónicos, en un sobre cerrado de remitente desconocido. Un día después de que se hizo público el escándalo, en un programa televisivo, otros medios sacaron más grabaciones, con lo cual quedó claro que alguien se había encargado de distribuirlas. Se señaló a Petro-Tech, empresa que compitió con Discover Petroleum en las subastas de varios lotes de exploración, pero esta compañía ha negado las acusaciones.

Su gerente, Alberto Varillas, recordó que su esposa, una conocida periodista de televisión, denunció ser víctima de espionaje telefónico hace unos años, e incluso presentó en su programa el aparato con el que se realizaba el espionaje. En el Perú post-Montesinos, el espionaje sigue siendo moneda corriente.

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