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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

De lana pura y de pura lana

Caminando por la plaza de la Llana en Ciutat Vella, uno puede observar la apertura de comercios nuevos, que involuntariamente, refrendan la antigua vocación milenaria como lugar de mensajería, venta de lana y cerámica. Mire usted, hay locales de envío de dinero regentados por dominicanos que le atenderán con un sabroso merengue, mientras la joven -de melena rizada y abundante-, registra el país para enviar los centavos. Todos los días, estos locales que anteriormente eran colmados catalanes, reciben a inmigrantes con el deseo de mandar sus ahorritos, justo ahí, en la misma plaza donde hace siglos -alrededor de los años 1150-, se reunían los llamados troters, mensajeros a caballo que recogían la correspondencia para entregarla a su destinatario, trayectos que duraban meses, pues caballo y jinete debían parar a comer y descansar.

Sólo la farmacia Cases, de 1864, resiste en la plaza de la Llana, donde abren nuevos locales

Al tiempo que esto sucedía en Europa, en la América prehispánica ya existía el sistema de postas, más veloz y eficiente, donde un corredor hacía las veces de caballo; y quizá, como reminiscencia de aquella modalidad, otro de los locales ofrece mandar "rapidito" su dinero, se trata de un establecimiento de mexicanos que, sin saberlo, también hacen honor a la plaza de la Llana, nombrada así porque antiguamente se esquilaban ovejas. Desde este local, no se envía nada que sirva para tejer, pero sí, mucha lana, como se le dice en México al dinero. Ahora bien, si busca auténtico material que le proteja del gélido clima, diríjase al número 7, ahí encontrará una simpática tienda de estambres de lana pura, cuyos propietarios se confiesan adictos a la fibra, un espacio novedoso al estilo knitting café anglosajón, de moda entre los jóvenes, donde podrá tejerse una bufanda y de paso comentar sus desavenencias. Nunca tan jugosas, como las conversaciones que se oyen en el establecimiento contiguo: el Wonder Bar, sitio predilecto por desempleados que gustan tomar un trago a la hora del desayuno y, mientras miran sin apetito la virginidad de las tapas, le cuentan al camarero lo pérfida que le salió la mujer. Sus voces rasposas, se confunden con la melodía de Roberto Carlos, que desde el televisor, les recuerda en los Momentos musicales de TVE, que no tienen ningún amigo o hermano del alma.

En la misma plaza, que antaño adquirió también fama por su mercado de cerámica y maderas, se topará con un local de senegaleses que ofrece artesanía de su país. Si alguna vez lo ve abierto, será un transeúnte afortunado, pues en el barrio le dirán que "abren cuando les apetece". De cualquier forma, en la plaza de la Llana, muchos son los comercios oriundos que han bajado la cortina, y verá curiosos cartelitos avisándole del infortunio: "cerrado por enfermedad", "en traspaso", "vuelvo al rato", "cerrado por anginas".

Sólo la farmacia Cases, abierta desde 1864, se resiste al paso del tiempo, y aunque la gente ya no la conoce por la famosa pócima revitalizante Solució Cases, que dicen, sabía horrible, continúa siendo la farmacia del barrio, en cuyas puertas de estilo modernista -reformadas a principios del siglo XX-, se exponían sanguijuelas dentro de frascos de cristal, que vendía la tatarabuela del actual dueño. Hoy día, las únicas sanguijuelas que hay en la plazuela, son los ladronzuelos que chupan bolsos y echan a correr; seguramente, con más rapidez que aquellos troters, y con la suerte de no haber nacido siglos atrás, cuando se flagelaba públicamente a los ladrones en la calle de Bòria, a unos pasos de la plaza. Si acaso le dejaron algunos euros en el bolsillo, toque el timbre en la Cuna de Oro, que ofrece lecturas de tarot; a lo mejor, ahí le dicen cuándo terminará la crisis y habrá pura lana.

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