Azaña y Machado
Se pregunta Benjamín Prado por qué no traer a España los restos mortales de Antonio Machado y Manuel Azaña. La respuesta es obvia: porque no fue azar ni casualidad el hecho de que murieran donde murieron. Antonio Machado disfrutó en Colliure de la altruista protección de una mujer cuyo gesto debe ser perpetuado y enaltecido; Manuel Azaña fue trasladado a Montauban gracias a la intervención del embajador de México Luis I. Rodríguez, ante el régimen de Vichy; en esa pequeña localidad la legación mexicana utilizó diversas habitaciones del Hotel du Midi para esconder a diversos refugiados españoles, entre ellos el propio presidente. Es sabido que su féretro no pudo ser cubierto por la bandera republicana, debido a la negativa de las autoridades francesas, por lo que Azaña fue enterrado envuelto en la bandera de México.
Así que, contrariamente a lo sostenido por Benjamín Prado, traer a España los restos mortales de ambos ilustres personajes sería precisamente un atropello y una completa desconsideración hacia aquellos que, desinteresadamente, se implicaron en su protección. Uno y otro han de permanecer donde están porque España, por entonces, les era completamente hostil; si a la España de hoy, que presume de "democrática" -como si tal cualidad significase algo en esta querella-, le queda un mínimo residuo de respeto a la verdad, no se consumará tan disparatada pretensión, y Machado y Azaña seguirán descansando allí, en recuerdo del oprobio y del crimen que en modo alguno se pueden ya remediar. A pesar de la solícita y no solicitada tentación redentora de los apóstoles de la "memoria histórica".- Juan Sánchez Torrón. Madrid.
Totalmente de acuerdo con Benjamín Prado, en el artículo de opinión ¿Por qué no traer a España a Machado y Azaña?, donde alude a la cortedad de la Ley de la Memoria Histórica, en tiempos donde el Gobierno parece además hacer dejación de sus deberes de aplicar el laicismo en España. Con igual razón se trajo de vuelta a España en la II República el cuerpo de Vicente Blasco Ibáñez, escritor, periodista y político, muerto y enterrado en Menton (Francia) en 1928, que hasta eso le dio tiempo a hacer a la malograda República.
No me parece desorbitado que ahora España deseara devolvernos también a quien un día fue su presidente y le dé digna y calurosa sepultura. Lo mismo, quizá, con Antonio Machado, para que su madre por fin deje de susurrarnos a todos su atroz y abatido: "¿Hijo, cuándo llegamos a Sevilla?". Cese ya su larguísimo y doloroso exilio. Con decisión y valentía. Aunque también, qué cosas, entendería que Machado esté muy feliz yacente a orillas del golfo de León, visto lo visto... Y que Azaña quiera seguir ligero de equipaje en Francia.
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