La hora del PRI
No, no es lo que parece. No es eso de que el PNV es como el PRI, que quiere gobernar toda la vida Euskadi (que seguramente es legítimo si el ciudadano lo quiere) como aquellos superbarones querían gobernar México per secula seculorum, aunque aquello no era tan legítimo. No, no va por ahí. Lo siento, pero éstas no son las elecciones del PNV ni del PSE (imagínense lo que siente el resto); éstas son las elecciones del PRI transmutado a Euskadi (Harald, cualquier día de éstos te escribo para explicártelo con más detalle). El PRI en Euskadi es el Partido Reflexivo Indeciso. Que, mucho me temo, va a decidir quién gana las elecciones; no tanto quién gobierna, que ésa es la única aritmética en las que dos y dos son cinco o tres, según convenga, y en la que una idea y la contraria pueden ser una idea o dos compatibles por muy incompatibles que sean.
Si se han leído las encuestas de los medios de comunicación, habrán advertido dos evidencias. Una, que Euskadi es como la vida misma: hombres y mujeres, euskaldunes y castellanohablantes, heterosexuales y homosexuales, inmigrantes y autóctonos, BBK. Kutxa y Caja Vital; Athletic, Real y Alavés; Iurbentia, Bruesa y Tau; solo, con leche y descafeinado (cortado es la mejor elección); muslo o pechuga, carne o pescado; Mikel Laboa, Ainhoa Arteta y AC/DC.
Dos: según las encuestas, los indecisos alcanzan entre el 35% y el 40%, es decir, son la mayoría absoluta de este país polarizado entre rubios y morenos. De entre ellos, ya sé, hay que descontar a los enfadados (el otro día me decía un amigo que sólo votaría a quien subiera el sueldo de los vigilantes jurados), a los que pasan de la democracia, del proceso, del conflicto y de la madre que los parió. Pero queda un porcentaje, alto, muy alto, que no sabe a quién votar: nacionalistas que dudan de Ibarretxe porque creen que sigue viviendo en Vulcano, mientras ellos viven en la Euskadi real; socialistas que dudan en votar a López porque están hartos de que se apadrinen, dicen, bancos; y populares que dudan del PP de Esperanza Aguirre y los madriles, y de Camps y Fabra y las valencias; y hay gentes de izquierda que no le creen a Madrazo cuando se muestra orgulloso de ser la izquierda porque no lo habían advertido en cuatro años y no encuentran similitudes entre el consejero y Cayo Lara; y hay gentes de EA que no saben por qué la independencia es la solución automática, visto Kosovo y compañía.
El PRI es el que decide. La diferencia entre quien gane y quien pierda va a residir en que los militantes virtuales de ese partido tan real como anónimo encuentren algún motivo para ir a uno u otro lado. Y lo que los reflexivos indecisos no quieren es el frentismo; ni el del tripartito soberanista ni el del bi o tripartito constitucionalista. Está claro lo que quieren, ¿no? Este país es así de complicado (Harald, hablaremos), pero más sencillo de lo que parece. Si queremos.
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