El sueño de Kepler
El telescopio espacial Kepler de la NASA, que acaba de partir a bordo de un cohete desde Cabo Cañaveral, dedicará
los cuatro próximos años a explorar obsesivamente un mismo sector del cielo, en torno a la constelación del Cisne. Su objetivo es encontrar planetas similares a la Tierra que giren también en órbitas parecidas, a la distancia adecuada de su sol para que el agua pueda permanecer en estado líquido. Son las condiciones necesarias para la vida.
La famosa salida de Woody Allen -"creo que hay vida inteligente en otros planetas, e incluso en algunas zonas de Estados Unidos"- ilustra bien la actitud escéptica de mucha gente, incluidos algunos científicos, ante la exploración espacial. No tienen objeciones de principio contra ella, pero consideran que la ciencia debería concentrarse en las miserias de este mundo antes de abstraerse en hazañas alienígenas.
Kepler medirá desde el espacio el brillo de 100.000 estrellas cada media hora, buscando los ínfimos parpadeos, o pequeños eclipses, que produciría un planeta en órbita al pasar por delante de una de ellas. Desde tierra se han detectado así 14 planetas, pero sólo porque son gigantes incompatibles con la vida. Lejos de las turbulencias atmosféricas y de las interferencias luminosas que obstaculizan la visión diáfana del Universo, el telescopio Kepler podrá hacer el primer censo de exoplanetas de una región del espacio.
La investigación sobre la vida fuera del sistema solar se restringía hasta ahora al programa SETI (Search for Extra-Terrestrial Intelligence) de búsqueda de inteligencia extraterrestre. El resultado de Kepler será un número y, sea cual sea, está condenado a ser importante: ¿cuántos planetas aptos para la vida hay en la galaxia. Es la mejor respuesta que podemos dar a una gran pregunta: ¿hay otros mundos o estamos solos? En 1609, Kepler conjeturó que las zonas oscuras de la superficie lunar podían ser sombras de montañas. Su amigo Wackher von Wackenfels se quedó perplejo; nunca había imaginado que la Luna pudiera ser un mundo, con sus montañas iluminadas al atardecer y sus tenues brisas nocturnas. Animó a Kepler a escribir "El sueño", el primer viaje a la Luna de la historia. Sin sueños no hay ciencia.
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