Arenal retoma la vanguardia
El teatro más céntrico recupera su pasado con un estreno de Animalario
Tras la desaparición de salas emblemáticas para el teatro más vanguardista madrileño como El Canto de la Cabra o el Teatro Replika, reaparece un nuevo es-pacio que vivía prácticamente de espaldas a la profesión: el Teatro Arenal, en la calle Mayor, a escasos metros de la Puerta del Sol. A su frente se ha puesto Alejandro Colubi, un conocido y veterano empresario de paredes, como se llama a los propietarios de teatros que gestionan sus espacios. Colubi quiere devolver a este espacio su antiguo pasado, cuando en los años veinte del pasado siglo era lo que hoy llamaríamos una sala alternativa.
El empresario confiesa que es ahora cuando va a poder llevar a cabo un sueño acariciado desde hace 25 años, al crear "la Factoría del Arenal" y ceder las dos salas a grupos de jóvenes y de vanguardia, pero de incuestionable calidad. Para abrir boca y dejar claro que va a ser así, el jueves se inicia una nueva etapa con el popular grupo Animalario, que va a tratar de recuperar el espíritu y la nocturnidad del café-teatro con el montaje Baile. Sólo parejas.
La sala quiere convertirse en lugar de encuentro de la profesión
El teatro, inaugurado en 1924, fue popular a lo largo del siglo XX. Primero, como teatro Reina María Cristina, donde se ofrecían recitales y conciertos de cámara. En la década de los años veinte del pasado siglo, cuando en este espacio estaba el Salón Rex, había conciertos y estrenos muy sonados, como los que llevó a cabo el director Cipriano Rivas Cheriff con el grupo Caracol, donde se incluía alguna obra del que luego sería presidente de la II República, Manuel Azaña, además de otros textos, como Orfeo, de Jean Cocteau.
Más tarde la sala pasó a ser un teatro de variedades, y durante la guerra funcionó como local de espectáculos requisado por los milicianos. Posteriormente se transformó en el cine Pléyel, y en las últimas décadas del siglo XX, sobre todo cuando llega a España el cine X, se convirtió en un centro de reunión de curiosos personajes, hasta su cierre en 1993.
En junio de 2003 fue reinaugurado con el nombre de teatro Mayor por el entonces alcalde José María Álvarez del Manzano, que se rodeó de autoridades políticas y eclesiásticas para el evento. El acto contó con un sacerdote que, a la antigua usanza, bendijo el edificio con agua bendita antes del estreno de La Faroles, de Joaquín Calvo Sotelo.
A partir de ahí, el teatro ha corrido desigual suerte, pero nunca se convirtió en un referente de la escena madrileña. El Arenal, que entonces recibió 691.000 euros del consorcio de rehabilitación de teatros, cuenta con una sala de 350 butacas y otra de 150 localidades, además de un espacio multiusos que se quiere convertir en un lugar de encuentro para la profesión teatral después de los estrenos, donde tomar una copa o mantener tertulias entrada la noche, recuperando el espíritu que hubo el siglo pasado en la cafetería del teatro María Guerrero, el café Gijón o el Oliver, fundado por Adolfo Marsillach.
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