El régimen iraní busca ganar tiempo
Las fisuras internas aplazan la confirmación como presidente de Ahmadineyad - El despliegue policial y de milicias islámicas impide las protestas de la oposición
El líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Jameneí, aceptó ayer que se extienda cinco días más el plazo para la admisión y revisión de quejas electorales que concluía hoy. La decisión, que responde a una solicitud del Consejo de Guardianes, el órgano de supervisión electoral, fue anunciada anoche en la televisión estatal. No está claro si ese gesto responde a las presiones de Qom, la ciudad santa en la que viven las más altas figuras del chiismo iraní, o si sólo pretende ganar tiempo con alguna pequeña concesión, pero sin cambiar los resultados. Durante todo el día, los medios oficiales insistieron en una declaración del secretario del Consejo en la que negaba que se hubiera hallado ninguna irregularidad. Mientras, el Gobierno ha intensificado su control de las calles y la oposición busca alternativas de resistencia pacífica.
El ayatolá Montazerí ha convocado tres días de luto por los 18 muertos
"Instamos a Su Excelencia a que nos permita extender el plazo para recibir más quejas por otros cinco días", pedía en su carta a Jamenei el secretario del Consejo de Guardianes. El texto justifica que la extensión "ayudará al Consejo a eliminar ambigüedades". El anuncio sorprendió, porque su portavoz, Abbas Ali Kadkhodaí, había declarado poco antes que los 12 miembros de esa cámara no habían encontrado irregularidades en las elecciones presidenciales y, por lo tanto, descartaban su anulación.
¿Para qué sirve entonces ampliar el plazo? Cabe la posibilidad de que las gestiones de Alí Akbar Hashemí Rafsanyaní en Qom estén empezando a dar resultado y que los grandes ayatolás hayan presionado al líder supremo para que dé una oportunidad a quienes han denunciado fraude en el recuento. Rafsanyaní, que es uno de los políticos más influyentes de Irán, se trasladó a esa ciudad santa nada más conocerse el resultado electoral con el objetivo de invalidar la elección de Mahmud Ahmadineyad. Sin embargo, también resulta plausible que, como interpreta un observador cualificado, Jamenei "sólo esté tratando de cargarse de razón para luego mostrarse condescendiente con los perdedores y decirles: 'Si hasta les hemos dado una prórroga".
Las protestas de la oposición parecen haber dado sus frutos, y el régimen intenta buscar una salida a la crisis política. El anuncio, el pasado día 13, de que Ahmadineyad había sido reelegido con un 62,60% de los votos desató las mayores protestas callejeras en Irán desde la revolución islámica de 1979. Los otros candidatos y sus seguidores han cuestionado la limpieza del recuento.
Se quejan de que el escrutinio fue extraordinariamente rápido y el resultado final no varió una centésima del que se avanzó apenas dos horas después de que cerraran los colegios, a pesar de que Irán es un país muy diverso. El recuento no se realizó a pie de urna, como era lo habitual, sino en el Ministerio del Interior y a puerta cerrada, sin la presencia de los representantes de los candidatos. Y se preguntan de dónde salieron los 10 millones de votantes que ganó Ahmadineyad (respecto a los 14 que le apoyaron en la segunda vuelta de 2005), cuando su gestión económica ha generado muchos descontentos. También sorprende que ninguno de los otros candidatos ganara en sus ciudades natales, algo que en Irán es automático.
Tanto el conservador moderado Mir Hosein Musaví, que quedó segundo en las elecciones y se ha convertido en el símbolo del movimiento de protesta, como el reformista Mehdi Karrubí, pidieron al Consejo que anulara los comicios. "En lugar de perder el tiempo recontando algunas urnas, cancelen el voto", solicitaba Karrubí en su última carta a los 12 integrantes de esa cámara, enviada el lunes pero dada a conocer ayer.
Karrubí también ha hecho un llamamiento para que mañana se celebren en todo el país ceremonias de duelo por los muertos en la represión. Al menos 18, según las autoridades. El gran ayatolá Hosein Alí Montazerí, uno de los más destacados disidentes, ha convocado tres días de luto nacional desde hoy.
El enorme despliegue de policías y milicianos voluntarios, los temidos basiyís, ha hecho prácticamente imposibles las manifestaciones. Ayer, pequeños grupos a bordo de motos vigilaban lugares de reunión habitual de jóvenes, como las academias de idiomas. Además, en algunas zonas de Teherán realizaban controles aleatorios de vehículos en busca de máquinas de fotos o móviles con grabaciones de las protestas. Debido a las enormes restricciones al trabajo de los periodistas, esas imágenes han permitido conocer al mundo la brutalidad de la represión y puesto en evidencia al Gobierno iraní.
Ante esa situación, Musaví y sus simpatizantes han estado buscando fórmulas alternativas de protesta que eviten la confrontación directa con las fuerzas de seguridad. La propuesta de una huelga general ayer no tuvo éxito. Tampoco han calado por ahora los llamamientos para que los conductores enciendan los faros de cinco a siete de la tarde o prendan velas negras en memoria de los muertos en las protestas. Sin embargo, una grabación de la madrugada de ayer muestra una gran arteria de la capital bloqueada por el tráfico. Conducir despacio y tocar el claxon al unísono se ha convertido en una de las formas de desobediencia civil más exitosas.
Pero en otro signo del empeño del Gobierno por silenciar la contestación, un destacado juez, Ebrahim Raisi, ha confirmado la creación de un tribunal especial para juzgar a los detenidos por las protestas. "Debemos dar ejemplo con quienes han participado en los disturbios", declaró Raisi, clérigo como la mayoría de los magistrados. Sólo en la manifestación del sábado, las autoridades anunciaron haber detenido a 457 personas, pero la cifra puede estar más próxima del millar. Además, varias decenas de políticos y periodistas reformistas han sido arrestados. Tras las rejas se encuentra también el reportero de The Washington Times Iason Athanasiadis, del que no se tenían noticias desde el viernes.
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