"El monasterio se construyó como un edificio de paz"
Henry Kamen (Myanmar, 1936) es uno de los anglohispanistas que se mueve con mayor soltura por los vericuetos de la historia de España en la era moderna. Sus libros sobre Felipe II (Valladolid, 1527-El Escorial, 1598), la Inquisición y el imperio español se han convertido en clásicos de obligada consulta pese a su mirada heterodoxa, bien que asentada en investigaciones documentales exhaustivas, tan irritante para los círculos más conservadores y nacionalistas. Acaba de publicar El enigma del Escorial, el sueño de un rey (Espasa 2009), donde traba un relato desmitificador sobre uno de los emblemas de españolidad más arraigados en el imaginario hispano, el cenobio jerónimo situado a 50 kilómetros de Madrid.
"Surgió como una idea de Felipe II tras la batalla de San Quintín"
Pregunta. ¿Con quién dialogaba Felipe II a través del monasterio de San Lorenzo: con el pasado, el presente o el futuro?
Respuesta. El monasterio fue el reflejo de su propia experiencia y expresaba el deseo de su fundador, no idea alguna sobre España. En aquella época, en torno a 1560, Felipe II terminaba una fase de su vida que le había llevado a vivir ocho años en el extranjero, cinco en Flandes, uno y medio en Inglaterra y el resto en Italia y Alemania.
P. ¿Qué deseos expresaba allí?
R. Los de aquel momento, que coincide con la victoria de San Quintín, así como con su propósito de erigir un mausoleo para su padre Carlos V y su dinastía, cumpliendo así con las exigencias de piedad hacia ellos. Todo lo demás son interpretaciones sin base documental sobre el edificio que han dado lugar a malentendidos.
P. ¿Como cuáles?
R. Aquellos que consideraban el monasterio como expresión bélica de orgullo militar, sobre lo que no hay la menor evidencia.
P. ¿Y la Sala de Batallas?
R. En ella no hay referencias a guerras españolas.
P. ¿Y la batalla de La Higueruela, a la que está dedicado todo un paño de 20 metros de longitud?
R. Fue una guerra entre españoles cristianos y musulmanes, que nadie conocía. Ni Felipe II lo sabía. Pero no hay mención a Granada, ni a Pavía, ni a Lepanto...
P. El enigma de El Escorial ¿esconde una verdad o una mentira?
R. Francamente, el título explica a todo aquel lector que vea enigmas que no los hay y que sólo debemos guiarnos por las evidencias documentales o por lo que vemos con nuestros ojos. Se trata de un edificio de paz, que no celebra guerras ni victorias; su construcción no tenía otro motivo.
P. Desde su positivismo científico, ¿admite la existencia de intenciones, como prueban las ciencias humanísticas?
R. Los documentos claramente expresan la palabra del Rey, que no puede formular intenciones y luego decir que son ciertas.
P. Eso parece válido para un rey con un carácter sólido, pero se sabe que Felipe II poseía una personalidad muy contradictoria, ambivalente, llena de dudas.
R. No podía mostrar contradicciones.
P. ¿Qué argumentos ideológicos llevaron al monarca a erigir El Escorial? Se ha sugerido que fue idea de su padre, Carlos V...
R. El Escorial surgió de una idea de Felipe II tras la batalla de San Quintín. Carlos no fundó nada en España. Sólo se sentía a gusto en Flandes.
P. No se entiende entonces por qué fue a morir a Yuste. ¿Influyó en la construcción de El Escorial el hebraísta y polígrafo Benito Arias Montano?
R. No, en absoluto. La idea central fue la de agradecer la victoria de San Quintín, no la de un triunfo de las armas. Además, las tropas de aquella batalla no eran apenas españolas...
P. Pero los ejércitos de la época eran internacionales por doquier y, además, la españolidad de entonces no tenía nada que ver con la de hoy...
R. Yo critico los libros turísticos que señalan que El Escorial es un símbolo de españolidad, cuando su fundamento artístico fue más bien internacional. Exagerar la españolidad de El Escorial no tiene base.
P. ¿Ha hallado documentos sobre la designación de Madrid como capital del imperio?
R. No. Madrid no era capital de nada. El imperio no existía.
P. ¡Ah...! ¿Y después, en Inglaterra y Francia, sí?
R. La idea de imperio, en el sentido de una Administración total desde un centro único, surgió en la Inglaterra del siglo XIX.
P. ¿Qué reflexión final extrae de su investigación?
R. La de que tanto los novelistas como los historiadores debemos hacer nuestras afirmaciones con fundamentos documentales. Me siento decepcionado por la familiaridad de todos aquellos que expresan sentimientos sobre personajes políticos sin realizar la más mínima investigación previa. Primero acepto lo que dicen, pero cuando voy a contrastar sus fuentes documentales ¡observo que carecen de ellas!
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