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Cosa de dos
Columna
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Estilo

Una de las canciones que ambientan el documental de Christian Poveda La vida loca repite obsesivamente: "Conviviendo con la muerte sin saber cuándo te toca, el mañana no importa, estamos aquí viviendo la vida loca". Habla de las maras salvadoreñas, ejércitos de marginales tatuados y armados que adoptan el pandilleo como si fuera una religión, con ritos inviolables y fidelidad ciega, encontrando sentido con esa militancia a su miserable vida, a sus infinitas carencias, ahuyentando el desamparo al sentirse parte de un grupo. Lo que cuenta es muy duro y parece veraz, pero lo has visto otras veces en crónicas del submundo.

Lo que más te conmociona es que esos personajes cuya intimidad, relaciones familiares, anhelos, retrata la cámara, que nos cuentan sus sórdidas movidas o intentan disfrazarlas, de repente aparecen fiambres, vemos sus agujereados cadáveres, asistimos a su entierro. Y esa constatación atroz te revela que no había ni sombra de ficción en lo que relataban, que no hay manipulación dramática, que a esa gente a la que intentas comprender, por la que has podido sentir momentánea simpatía o racional piedad, desde la primera imagen que has tenido de ellos les rondaba el aliento de la muerte, que eran carne de cañón.

Cuando acaba este naturalista y sombrío reportaje en Canal +, la deformación profesional consigue que haga desganado zapping y descubro en Antena 3 el inconfundible careto y la cascada voz de Quique San Francisco. Le dedican una especie de Esta es su vida. Y me quedo hasta el final del programa, algo insólito en mi relación con la televisión convencional. Lo consigue la torrencial personalidad de este actor singular, su agilidad mental, su incuestionable gracia, la autenticidad y el magnetismo de un fulano al que, según su confesión, lo que más le gusta de la existencia es lo que va a toda hostia. Cuentan de él sus compañeros que es magistral en el arte de colocar el chiste. Creo que eso es ampliable a su capacidad histriónica para clavar las frases, los gestos, las miradas, los silencios, la ironía. Tiene estilo, aplomo, talento, machaque, vida, naturalidad. También la capacidad de emocionarse al recordar a Fernán-Gómez. Normal.

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