El gran reto
La aprobación del nuevo Gobierno 'ultra' de Ahmadineyad refuerza la amenaza nuclear iraní
El entusiasmo del Parlamento iraní por el nombramiento de Ahmad Vahidi como nuevo ministro de Defensa es el ejemplo más claro del desprecio que la teocracia de los ayatolás siente por la comunidad internacional, y un mal presagio para las negociaciones pendientes con las grandes potencias sobre su programa nuclear.
La elección de Vahidi -buscado por Interpol bajo la acusación de participar en el atentado que costó la vida a 85 personas en la Mutualidad judía de Buenos Aires en 1994- es reflejo del triunfo de la línea más dura del fundamentalismo iraní representada por el presidente Mahmud Ahmadineyad.
El respaldo parlamentario a su lista de Gobierno pone sordina a los graves disturbios ocurridos por su polémica reelección el pasado mes de junio, en la peor crisis interna que ha vivido el régimen de los ayatolás en sus 30 años de vida. El guiño que Ahmadineyad quería dirigir a las mujeres, cuya presencia en la oposición no es desdeñable, se saldó con el nombramiento de una ultraconservadora, Marzieh Vahid Dastjerdi, en Sanidad y el rechazo parlamentario de las otras dos mujeres candidatas.
El triunfo de Ahmadineyad lo es también del líder supremo Alí Jamenei, cuyo punto de apoyo gravita cada día más sobre los Guardianes de la Revolución, espina dorsal pretoriana e ideológica del régimen teocrático. El nuevo ministro de Interior, Mostafa Nayar, es su hombre.
Con la ambigüedad calculada de la diplomacia iraní, Ahmadineyad ha afirmado que presentará nuevas propuestas sobre su programa nuclear a las grandes potencias -los miembros permanentes del Consejo de Seguridad más Alemania- para evitar que se repitan las sanciones aprobadas entre 2004 y 2007 por la ONU. Sus palabras chocan, sin embargo, con un muro de desconfianza. La ofensiva de encanto sobre los ayatolás lanzada a comienzos de año por Obama no parece que haya dado por el momento resultado diplomático alguno.
El nombramiento de un Gabinete ultraconservador debe ser una señal de alarma para Washington y los miembros de la Unión Europea, y un indicio de que se mantiene la pretensión de los ayatolás de dotarse, de forma encubierta, del arma atómica con un programa nuclear civil. Es el gran reto al que se enfrenta la comunidad internacional.
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